miércoles, 26 de septiembre de 2012

¿Quién gana con el desprestigio de los alimentos ecológicos?

El pasado 5 de septiembre el diario El País publicaba un artículo titulado "Si come orgánico, no crea que es más sano" , en el que se hacía eco de un metaanálisis realizado por investigadores de la Universidad de Stanford sobre dos centenares de trabajos publicados sobre alimentos ecológicos y convencionales. Las conclusiones, pese a reconocer la debilidad de la mayoría de los estudios revisados, son contundentes: no hay ventajas  significativas para la salud en la alimentación ecológica respecto a la convencional. Los alimentos ecológicos tienen una menor concentración de pesticidas, aunque los convencionales, al no rebasar los límites permitidos, son igualmente “saludables”.
 
“Hay que comer frutas y verduras, pero como se hayan cultivado importa menos”, se dice en el informe. No son infrecuentes este tipo de noticias, que toman como pretexto estudios científicos más o menos rigurosos, para propagar la idea de que da igual lo que se coma, que las ventajas de la producción ecológica, que suele ser más cara que la convencional, son inexistentes y que por tanto toda la producción agraria convencional es saludable, precisamente cuando existe evidencia abrumadora de lo contrario. 


La alimentación convencional no puede calificarse de saludable, a menos que consideremos como tal la ingesta de pesticidas y otras sustancias químicas. Sus efectos, aún en cantidades inferiores a los LMR (límite máximo de residuos), han sido relacionados directamente con el cáncer y otras enfermedades degenerativas y muchas de esas sustancias prohibidas por la UE. Véanse por ejemplo los estudios de Nicolás Olea, por poner un ejemplo cercano, investigador de la Universidad de Granada

(http://cts206.ugr.es/produccion-cientifica/ ). La incertidumbre sobre los efectos en la salud de la ingesta combinadas de varias de estas sustancias, presentes en los pesticidas y en los aditivos alimentarios, impide afirmar que las dosis autorizadas garanticen su inocuidad.

Precisamente lo que ofrece la agricultura ecológica es alimentos libres de contaminación, cualquiera que sea su origen (química, microbiana o transgénica), al prohibirse la utilización en su cultivo de fitosanitarios y aditivos químicos usados en la preparación, manipulación y conservación de los alimentos. El Reglamento 834/20007 y su antecesor, el 2092/1991 definen la producción ecológica como aquellas que no utiliza en la producción y transformación de alimentos productos químicos de síntesis. Por esa razón, los alimentos ecológicos están libres de sustancias que pueden ser perjudiciales para la salud.

Independientemente del rigor científico del estudio de la Universidad de Stanford, cuya debilidad reconocen los propios autores y que por cierto descubre evidencias de sobre las virtudes de los alimentos ecológicos que no tienen los convencionales, existe una vasta literatura que demuestran las ventajas nutritivas de la alimentación ecológica. En la revista Agricultura Ecológica, que edita la SEAE (www.agroecologia.net), se han divulgado varios estudios de otros grupos de investigación de EEUU, Europa y de España que concluyen exactamente lo contrario. Casi ninguno de estos estudios parece haberse incluido en el metanálisis del grupo de investigación de la Universidad de Standford.

En un estudio similar (Benbrook et al., 2008), que también revisa toda la literatura disponible, se llega a la conclusión de que los alimentos ecológicos de origen vegetal son, en promedio, más nutritivos que los convencionales. En ese trabajo se han revisado todos los estudios habidos hasta 2007 y se han considerado únicamente aquellos trabajos que permiten una comparación rigurosa con los convencionales. Con esta selección los autores han podido realizar una valoración comparativa de 11 nutrientes. En el 61% de los casos, los alimentos ecológicos fueron más nutritivos que los convencionales y en el 37% ocurrió lo contrario; en el 2 % restante no hubo diferencias. Los alimentos ecológicos tienen mayor riqueza en polifenoles y antioxidantes que los convencionales en un 75% de los casos. Se considera, en ese sentido, que un aumento del consumo de estos nutrientes es bueno, habida cuenta de que la ingesta media de estas sustancias está por debajo de la mitad de de los niveles recomendados. Los alimentos ecológicos tenían, además, cantidades superiores al 10% respecto de los convencionales en cinco nutrientes significativos. En la misma dirección van las evidencias recogidas por Raigón (2007) para el caso de España. Además, la agricultura ecológica está asociada en la actualidad a tipos de dietas más equilibradas, con una presencia mayor de los hidratos de carbono y menor de grasas,  más frutas y verduras y menos carnes y productos lácteos. 

Entonces, ¿por qué se publican noticias tan parciales y en lugares tan destacados? ¿A quién beneficia “el desprestigio” de  los alimentos ecológicos? Hay muchos interesados en ello, pero la lógica señala a quienes más pierden con la expansión de la agricultura ecológica: las empresas de fitosanitarios y en general de insumos para la agricultura química, así como las empresas que venden semillas mejoradas y sobre todo híbridas, para cuyo cultivo se necesitan grandes cantidades de fertilizantes químicos y fitosanitarios. En la Memoria del II Plan Andaluz de Agricultura Ecológica (CAP, 2007) se recoge un cálculo realizado sobre la superficie inscrita a mediados de ese año, unas 600.000 ha (poco más de la mitad de la que existe hoy), de la cantidad de productos químicos que gracias a la conversión de esa superficie se había dejado de verter a los agroecosistemas de Andalucía. Los resultados son elocuentes: se dejaron de utilizar 134.259 t de fertilizantes químicos, de los cuales 84.709 t correspondían a fertilizantes nitrogenados, 4.362 t de plaguicidas químicos, 1.125 t de fungicidas, 1.039 t de herbicidas y 811 t de insecticidas.

Las empresas de semillas transgénicas también están interesadas. La agricultura ecológica, que no utiliza este tipo de material genético, representa una amenaza para sus mercados potenciales, no sólo porque les hace perder clientes, sino porque obliga a los gobiernos a la imposición de garantías para evitar la contaminación cruzada con OMG y hace más difícil y poco rentable la siembra de transgénicos. El enfrentamiento con la producción ecológica es además directo, ya que ningún producto ecológico puede contener trazas de materias transgénico , de tal manera que allá donde progresa la producción ecológica retrocede la transgénica y viceversa. El caso del maíz ecológico en Aragón y Cataluña lo demuestra. Después de detectados varios casos de contaminación con OMG, prácticamente han desaparecido el cultivo de maíz ecológico.

Muchas de estas empresas están integradas tanto vertical como horizontalmente, constituyendo grandes empresas trasnacionales. Venden las semillas y el paquete completo de fertilizantes y fitosanitarios necesarios para cultivarlas. Nombres como Monsanto, Singenta, Bayer, BASF, etc., son bien conocidos por sus tropelías en todo el planeta. Con un poder enorme, no sólo influyen en los medios de comunicación sino también en la propia ciencia, financiando costosos proyectos de investigación que orientan en un sentido favorable a sus intereses la innovación  agraria. No es de extrañar, pues, que haya científicos dispuestos a morir defendiendo la inocuidad de la producción convencional y desprestigiar la ecológica.

Pese a las campañas en contra, la agricultura ecológica - de la que Andalucía sigue, pese a todo, siendo líder - sigue siendo la base para una alimentación sana y nutritiva . Pero no solo eso. Por su desarrollo territorial, por los manejos agrarios que promociona, por su asociación con los mercados locales, con el consumo en fresco y en temporada, la hacen especialmente idónea para promover un sistema agroalimentario más sostenible y socialmente más justo. 

Manuel González de Molina
Universidad Pablo de Olavide

Fuente: http://www.fundaciontriodos.es

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