Moisés *
Imagina, por unos minutos que eres discapacitado intelectual.
Imagina el dolor y la incredulidad de tus padres cuando se enteran de tu condición.
Imagina lo que los profesionales de detección temprana les tienen que
acompañar, consolar y luego, ilusionar para que tus papás encuentren un
camino de esperanza para ti. Imagina, ahora, que ese buen hacer lo
realizan profesionales que llevan meses sin cobrar.
Imagina el empeño de un profesor de aula que invierte su saber en
dibujar un camino para que salgan en ti todas tus capacidades
potenciales.
Imagina ahora que esa profesora se devana los sesos en su casa por invertir en ti, y lo hace sin cobrar desde hace cuatro meses.
Imagina que ya estás en tu clase con otros niños, más o menos como
tú, y que una persona, un educador o educadora, se preocupa
constantemente de tus pipis, tus cacas, tus babas, tus caídas….
Imagina que lo lleva haciendo sintiéndose útil y satisfecho pero sin poder pagar el recibo de alquiler de su familia.
Imagínate ahora sin poder respirar con normalidad, sin poder deglutir
alimentos si no son triturados, sin poder moverte por ti sólo porque
tus huesos y articulaciones están varadas en su particular sueño.
Imagina a la persona que sólo te mira a ti y a tus posibilidades de
movimiento, mayor o menor, para que puedas vivir sin llagarte, sin
autolesionarte. Serías entonces un gran afectado contemplando a su
profe, su educador, o su fisio, intentando garantizar tu seguridad.
Imagina que varias personas procuran en tu clase colores, olores,
sonidos, músicas relajantes, ausencia de ruidos y estridencias.
Imagina que todos ellos pidan año tras año volver a cuidarte y no cambiar de clase y…..sin cobrar durante 4 meses (por ahora).
Imagina que en el comedor con tus compañeros casi nadie puede comer
solo, porque no sabe, no tiene movilidad o porque cualquier alimento mal
masticado te puede producir si no la muerte, un ingreso hospitalario
urgente.
Imagina que quien te cuida en el comedor percibe un sueldo que para otros supone una compra de un capricho.
Imagínalos cuidando de ti en el autobús… y sonriendo.
Imaginalos ahora compartiendo piso con un compañero y sin la
posibilidad de pagar el alquiler compartido porque… tampoco cobran desde
hace meses.
Imagina que tienes la dicha de poder llegar a leer un poco, o a
comunicarte con signos…. Imagina ahora que para poder localizar tus
ojos, tu boca, todo tu ser, un especialista se lleva a tu clase a mister
potato y… jugando, te comienzas a reconocer luego en un espejo. Imagina
que esa, tu identidad, ha sido dibujada por personas que, como las de
antes, no saben cuál será su porvenir laboral y, por supuesto, tampoco
están cobrando a día de hoy.
Imagina que te haces mayor de 21 años y el cole ya no es tu sitio.
Imagina ahora que el mundo al que has venido no entiende que puedas
trabajar, no entiende tu utilidad, tu productividad. Imagina que un
monitor sí cree en ti y te enseña a engarzar piezas o apretar tuercas
que te proporciona una empresa y que hacen de ti un productor peculiar
que recibe una gratificación, un pequeñito sueldo a cambio de una vida
laboral digna. Imagina ahora que esa empresa ya no te da tuercas que
apretar.
Puedes seguir imaginando que tu educador y todos los trabajadores de
tu centro se reinventan a sí mismos y piensan en reciclar cápsulas de
nespreso para que puedas hacer cosas bonitas.
Imagínalos ahora sin cobrar y con una sonrisa en su rostro que no deja traslucir el desencanto.
Imagina que tus papás son tan mayores o se fueron ya a la otra vida y
que te llevan a un pisito, minirresidencia, que te da cobijo, amor,
abrigo, paz, seguridad… y que las personas que de repente son tus
referentes, no pueden apenas garantizarte el sustento, ni siquiera saben
si podrán procurar el sustento de sus casas, ni siquiera si podrán
seguir trabajando contigo.
Imagina que no tienes voz, que apenas te comunicas con unos cuantos signos que te han enseñado a lo largo de tu vida.
Imagina que tu voz, tu letra, es tu padre o tu madre o tus mamás o
tus papás o tus abuelos o tus educadores. Imagina lo que están luchando
para que se te oiga, para que sienta tu historia.
Imaginalos insultados en lo más hondo de su ser cuando deben callar o
ser políticamente correctos frente a señores con trajes de Armani y
señoras vestidas de Prada, que les dicen que para ti no hay dinero.
Esta es la “marca Comunidad Valenciana”
Esto es solo parte de lo ocurre en los centros y entidades que se
dedican a la Discapacidad intelectual en la Comunidad Valenciana.
No tengo voz, soy autista, pero no soy tonto.
Soy Moisés, tengo 15 años y dos papás que prestan letra y música y voz a mi vida.
Imagina. Anda… ¡discapacítate por un minuto o dos!
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(*) Soy Javier Garcerá Osca, padre de Moisés, un menor autista. Juntos pertenecemos al Patronato Intermunicipal Francisco Esteve, de Paterna (Valencia).
Tanto ésta como el resto de las entidades sin ánimo de lucro que ofrecen servicios a personas con discapacidad intelectual estamos asfixiadas debido a la elevada suma de dinero que nos adeuda la Consellería de Educación de la Generalitat valenciana (sólo en el caso de los coles), y sobre todo, la gran deuda de la Consellería de Bienestar Social.
En el caso de nuestro Patronato, la deuda asciende a casi un millón de euros. Nosotros, como humilde Asociación de Padres (esta es la forma jurídica del Patronato), no contamos con remanente suficiente como para asumir esa deuda y seguir funcionando. Así las cosas, nuestros trabajadores ya llevan tres meses sin cobrar la nómina.
Se han llevado a cabo caceroladas en la puerta de la Consellería, encierros simultáneos en los centros (padres, usuarios y trabajadores), –con inundación incluida de nuestro centro en concreto, donde no podemos hacer frente a las reparaciones– y paros parciales de los trabajadores. Nuestro penúltimo cartucho será la manifestación del próximo jueves, 11 de octubre, a las 11:00 horas, y posterior Asamblea a las 12 horas en la Plaza de la Virgen. En caso de que esto no surta efecto seguiremos en la lucha. Somos un colectivo pequeño pero con muchos redaños. No desfallecemos, sobre todo porque muchos de nuestros hijos no tienen voz, pero nosotros sí.
Si los medios de comunicación no nos apoyan no tenemos repercusión, y con la que está cayendo es difícil asomar la cabecita siendo un colectivo como el nuestro. Necesitamos ayuda para repercutir nuestra situación a la opinión pública.
Ante estas circunstancias me decidí a escribir este texto, titulado Discapacítate. No es más que mi testimonio, pero está hecho desde dentro.
Fuente: http://www.cuartopoder.esImprimir
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