Laicidad
republicana no es una ideología anti-religiosa,
una especie de dogma contra la libertad
de conciencia. Por el contrario, es una garantía
de libertad. Protege el libre ejercicio de la religión y la libre elección de cada individuo.

Si se protege la libertad de elección, sin
embargo, el laicismo prohíbe opciones de denominación que pesen sobre la
deliberación pública. No es, repetimos, anti-religiosa pero es deliberadamente anti-clerical.
Se erige como baluarte de la neutralidad absoluta frente a la influencia de la religión en las instituciones públicas y,
en primer lugar, en la escuela pública,
ya que la escuela es precisamente donde
se forja el crisol de la libertad de
conciencia y dónde está la integración
republicana.
Sin embargo,
los republicanos no somos absolutamente
hostiles a la existencia de un la educación privada. Somos conscientes
de que algunos padres quieren ofrecer una educación
específica a sus hijos. Nuestra posición es sencilla: el dinero público
no debe ir a la escuela privada, ya que pertenece a todos. Para nosotros, la única escuela libre es la
pública.
La laicidad
no es una especie de balanza donde sopesar las diferentes las
influencias religiosas, para apoyar la ley, o para llevar a cabo su resultado y así definir las diferentes reglas de la vida
pública con el mínimo común
denominador de creencias privadas. Dichos modelos pueden
orientar a la comunidad en su diseño
social pero no puede ser el punto de referencia, fluctúa en la actualidad, en la naturaleza,
de nuestra identidad
republicana. En el espacio
público, el laicismo es soberano; las decisiones privadas son indiferentes
desde el sus eventos o condiciones de
ejercicio mientras no sean contrarias al
orden republicano.
Esta es la razón del porque una república laica no
tiene que preocuparse por el
censo y clasificación de las religiones, basándose en
el número de sus seguidores
o su grado de implantación histórica, esto es una estadística que se sitúa claramente fuera
de los deberes de la República.
Hemos dicho que
el principio de neutralidad laica se erigió como un
baluarte. Esta regla no
quiere decir que la neutralidad del Estado
sea pasiva, es activa.
La escuela, al utilizar
este ejemplo debe, por supuesto, ser
protegida de la invasión de la fe,
pero también de la influencia económica y
partidista. Es el bien común, de
ello se desprende que el dinero no puede ser un factor de discriminación en la escuela - y la mercantilización de las universidades públicas deben ser
combatidas -.
El laicismo republicano se
resumen en: la ley debe respetar la fe y la fe no debe
dictar la ley
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