La presentación (¡por fin!) del programa Monarquía o República, en la
televisión pública catalana, TV3, que ha sido retrasada más de un año, y
después de cuatro cambios impuestos a los autores Montserrat Armengou y Ricard
Belis, está creando un gran debate en Catalunya (más en la red que en los
medios de mayor difusión, que continúan considerando el tema de la forma de
Estado un tema tabú) que espero se extienda pronto al resto de España. A fin de
contribuir a este debate publico ahora, de nuevo, en El Plural, un artículo que
publiqué hace más de dos años en Público, 23.04.09 (con el permiso de tal
rotativo) modificado para añadir algunas reflexiones al final del artículo.
“Como era predecible, mis críticas al Rey y a la Monarquía han creado gran revuelo, lo cual me fuerza a responder elaborando el por qué creo que sería mejor que en España tuviéramos una República en lugar de una Monarquía. Durante mi largo exilio he vivido en varios países, incluyendo una República, Estados Unidos. Y aún cuando he sido muy crítico en mis escritos con la democracia estadounidense, hay un aspecto de ella que valoro muy positivamente: la cultura republicana en la que las distancias sociales entre el Jefe del Estado y las clases populares son mucho más reducidas que en cualquier sistema monárquico. Tal cultura democrática transmite una sensación de que el poder deriva de la ciudadanía puesto que si a la población no le agrada el Jefe del Estado puede cambiarlo por otro. Es más, cualquier ciudadano puede aspirar a ser Jefe del Estado. Esta distancia se reduce incluso más cuando tal Jefe del Estado procede de las clases populares que sienten al Presidente como alguien suyo. Vimos en 2009 la gran alegría entre las clases populares (y muy especialmente entre la población afroamericana) de aquel país al ser elegido uno de ellos (hijo de una madre pobre y de un padre africano de Kenia) Presidente. La sensación de poder y complicidad con el Jefe del Estado en estas situaciones es enorme. No es sólo la capacidad de elegir al jefe del Estado sino también la percepción de que todos pueden serlo, lo que da gran poder a la ciudadanía.
Tal principio de responsabilidad democrática es negado en una Monarquía. En
ésta, la distancia social es intrínseca en el sistema y aparece constantemente,
como cuando el Rey llama de tú a todos los ciudadanos, los cuales deben
referirse a él de usted, todo ello envuelto en un ambiente jerárquico y
cortesano que enfatiza esta distancia. Incluso el Himno Nacional es una marcha
real frente a la cual los ciudadanos se yerguen respetuosamente en silencio. Se
reproduce así una cultura de vasallaje a la cual algunas izquierdas no son
inmunes. Véase el blindaje mediático de la figura del Rey. Voces críticas
apenas tienen cabida en los medios de información y persuasión del país.
A estas reservas a la
Monarquía añado otras que tienen que ver con los orígenes de la Monarquía en España y su
desarrollo durante la democracia. El Monarca no sólo fue nombrado por el
Dictador sino que fue parte de la nomenclatura de aquel estado dictatorial
dirigido por un General al cual nunca ha criticado. Antes al contrario, lo ha
alabado incluso en tiempo de democracia. Así, el 18 de Julio de 1978, la Casa del Rey publicó el
siguiente texto: “Hoy se conmemora el aniversario del Alzamiento Nacional que
dio a España la victoria contra el odio y la miseria, la victoria contra la
anarquía, la victoria para llevar la paz y el bienestar a todos los españoles.
Surgió el Ejército, escuela de virtudes nacionales, y a su cabeza el Generalísimo
Franco, forjador de la gran obra de regeneración”. Tal supuesta regeneración
condujo a 192.684 ejecuciones y asesinatos, incluyendo 30.000 (que se ha ido
descubriendo que incluye cifras muy mayores, casi 120.000) personas que
continúan desaparecidas, estableciendo una dictadura en gran parte responsable
del enorme retraso económico y social de España. Cuando el Dictador murió,
España tenía el porcentaje más elevado de Europa de personas con escasa
educación (84%).
La Casa Real
es un círculo profundamente conservador como lo atestiguan declaraciones de sus
miembros que incluyen desde las declaraciones de la Reina (definiendo a una de
las dictaduras más represivas que han existido en Europa como una dictadura
blanda), a las del jefe de la
Casa Real, Sabino Fernández Campos, quien subrayó su
coincidencia con Pío Moa en una entrevista a El Periódico (08.07.03) en su
justificación del golpe militar del 1936 y la dictadura que estableció. El
mundo social del Monarca, que es el Jefe de los Ejércitos, es predominantemente
el mundo empresarial y financiero. Es un error derivar de los abruptos
anti-monarca del ultraderechista Losantos, concluir que las derechas han dejado
de ser monárquicas. El eje central de las derechas lo constituye el Ejército, la Iglesia, la Patronal y la Banca, que apoyaron y
continuarán apoyando a la
Monarquía porque les ofrece un orden constitucional que les
favorece. Prueba de ello es la continua promoción de la Monarquía y del Rey en
los medios de información que controlan o influencian, que son muchos.
Es el temor a los herederos de la dictadura, incluyendo a la Monarquía, el que ha
frenado la corrección de la historia de nuestro país, incluyendo lo que fue la República, la Dictadura y la Transición,
presentándose ésta como resultado de la vocación democrática del Monarca,
ignorando el papel determinante que tuvieron las movilizaciones obreras que
forzaron la apertura democrática que no existía en los proyectos originales
aprobados por los gobiernos monárquicos de aquel periodo. De ahí que haya
definido esta tergiversada versión de la Transición de la dictadura a la democracia como
falsa, es decir que no corresponde a la realidad.
No dije, sin embargo, -como se me acusa- que la Transición era falsa,
pues la democracia significó un importante cambio real y no falso. Lo que sí
dije, y me reafirmo en ello, es que la Transición fue inmodélica pues la democracia,
resultado de aquel proceso dista mucho de ser ejemplar. Tampoco dije, como se
me acusó, que el Estado español está controlado por las derechas. Dije que
éstas tienen mucha más influencia sobre tal Estado que las izquierdas, lo cual
explica la continuación de la democracia incompleta, causa del bienestar
insuficiente de nuestro pueblo. Indicar que la Monarquía (junto con la Iglesia, el Ejército, la Patronal y la Banca) no tiene nada que ver
con ello me parece que es desconocer la realidad que nos rodea”.
Hasta aquí el artículo que escribí en 2009 y que continúo subscribiendo
desde el principio al final. En realidad, estos dos años confirman todavía más
la certeza de mi diagnóstico sobre el papel negativo que la Monarquía está jugando
en el país, inhibiendo el desarrollo democrático de España. Acabamos de ver el
linchamiento por parte del Tribunal Supremo del único juez en España que se
atrevió a intentar enjuiciar los crímenes del franquismo, instruyendo además al
Estado a que encontrara a los asesinados por la Falange y por las Fuerzas
Armadas sublevadas, apoyadas por la Iglesia Católica, que permanecen desaparecidos.
Ello es indicador de lo inmodélica que fue la Transición de la
dictadura a la democracia y la baja calidad de esta última. El Estado, su
composición y sus aparatos continúan reproduciendo una cultura profundamente
conservadora, escasamente democrática, que se nutre de instituciones como la Real Academia de la Historia, cuya expresión
de ultraderechismo aparece en su biografía de Franco. Ningún otro país
democrático permitiría tales hechos.

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