Un grupo de derechistas sevillanos quiso conmemorar el aniversario del frustrado golpe de estado del general Sanjurjo en Sevilla el año 1932, con el fusilamiento de un ramillete de personalidades políticas de la ciudad. Estos sucesos se produjeron en la hacienda de Hernán Cebolla, Km. 4 de la carretera de Carmona.
Así, en
la de la noche del 10 al 11 de agosto de 1936, se produce la saca mas famosa,
de la que forman parte el ex alcalde y diputado a Cortes de UR, doctor José G.
y F. de Labandera; el también diputado a Cortes y secretario provincial del
PSOE Manuel Barrios, maestro nacional y empleado de los Juzgados; el teniente
de alcalde de IR Emilio Barbero, empleado de los ferrocarriles; el militante de
UR y secretario de la masonería andaluza Fermín de Zayas Madera, funcionario de
los Arbitrios Municipales; y el profeta andalucista Blas Infante.
Hoy
queremos, con estas breves reseñas, recordar su memoria.
BLAS
INFANTE PÉREZ
Autor: Manuel Ruiz Romero
El
reconocido con el decimonónico y libertador título americanista de Padre de la Patria Andaluza, tanto
por el Parlamento de Andalucía (abril de 1983), como por el Congreso de los
Diputados (noviembre de 2002), nació en la localidad malacitana de Casares el 5
de julio de 1885.
De padres
humildes, cursa sus primeros estudios en el internado del colegio de los
Escolapios en Archidona examinándose por libre en los Instituto de Cabra y
Málaga. A estos primeros años fuera de su casa y a sus recuerdos de niño, irían
para siempre asociada su sensibilidad ante un mundo jornalero que le impacta en
sus formas y por su insuficiente calidad de vida.
Ya en 1905
ingresa en la Universidad
de Derecho de Granada donde obtiene la licenciatura con brillantes resultados
para, posteriormente, acceder a una carrera notarial que le depara su primer
destino en Cantillana (Sevilla) allá por el año 1910. Será en esta localidad
donde toma contacto, de la mano de Antonio Albendín, con el georgismo, corriente
económica asociada al socialismo utópico que defendía el valor del trabajo por
encima del precio de la propiedad. En la primera etapa de su vida, esta tesis
impregnará a un Blas Infante deseoso de buscar soluciones al problema de la
tierra que viene observando a lo largo de toda su vida, en paralelo, a la toma
de contacto que mantiene con el Ateneo de Sevilla como significativo centro
cultural de la época.
En su
devenir, Infante acabará desencantado de uno y otro ámbito, pero no cabe duda
que ambos supondrán un nutriente fundamental en la formación de su ideología y
proyecto. Con los primeros, participará activamente en el I Congreso
Internacional Georgista celebrado en Ronda en mayo de 1913, así como en las
páginas de su medio oficial El Impuesto Único. Incluso, con el citado foro
hispalense, participará del impulso de la revista culturalista Bética una vez
recibe las primeras influencias de un regionalismo pequeño burgués que
reflexiona y promocionaba un proyecto vertebrador mancomunal de Andalucía a
través de las páginas de El Liberal y, por medio de entusiastas exaltaciones Florales.
El propio Infante, presenta una ponencia en la aludida sede ateneísta llamada El
Ideal Andaluz embrión de los que será en 1915 un primer libro “joven y de
juventud”, como él mismo lo define.
Como hemos
advertido, estos primeros titubeos económicos y culturales, aún siendo
importantes por cuanto su carácter iniciático, son superados en la medida que
se perfila la respuesta a unos problemas cuya respuesta debe partir sólo desde
la propia voluntad y energía de los andaluces. En la medida que la reflexión
personal inicia sus pasos para transformarse en movimiento colectivo y, como
veremos, toma contacto con otras ideologías emergente de la época, Infante no
sólo rechaza las propuestas de un regionalismo conservador que le presenta
Cambó, sino que comienza a definir su opción como una necesidad de evidentes
dimensiones políticas por encima de otras consideraciones sectoriales y, como
una respuesta de igual índole, a la dimensión caciquil, centralista y monárquica
de la Restauración.
La
superación de esta primera etapa da lugar a importantes y significativos
cambios que demuestran hasta que punto las primeras posiciones quedan atrás.
Infante, en su prioritaria respuesta política rompe con la ortodoxia georgista
y la ilustración burguesa ateneísta, y emprende la creación de los llamados Centros
Andaluces, entidades desde las que, por diversos puntos de Andalucía y fuera de
ella, se difunde un novedoso discurso alternativo para esta tierra. A partir de
ellos concretará unos nuevos símbolos identitarios (hoy día reconocidos
institucionalmente), y cuyo programa aspira a concretarse en la Asamblea de Ronda de 1918
en lo que es el primero de los intentos por madurar el movimiento en orden
ideológico y estratégico. Para esta nueva dimensión social el colectivo se dota
de dos importantes instrumentos: la revista mensual Andalucía (1916-1920) y las
páginas del semanario El Regionalista (1917-1920), autotitulado significativamente:
Defensor de los intereses autonómicos de Andalucía. Precisamente, en respuesta
a las conclusiones de la cita rondeña, el Centro Andaluz de Sevilla en
representación de sus homólogos, solicita a la Diputación y al
Ayuntamiento hispalense “se dirija a los poderes centrales (...) a fin de que
concedan por decreto la autonomía (...) en iguales términos que a las demás de
España”. Texto al que no dudamos de calificar, aún sin efecto, como la primera
petición de autonomía política que se realiza para Andalucía.
Podría
decirse que el movimiento que emerge es también fruto de la radicalización que
envuelve al Trienio Bolchevique, así como de la ausencia de reformas de un
turnismo caciquil donde se parapetaba una monarquía insensible a las demandas
populares. De hecho, la alternativa que promueve Infante, se define como nacionalista
en el Manifiesto del 1 de enero de 1919 y, concreta una de sus aspiraciones
políticas en la existencia de un autogobierno apoyado en un poder legislativo,
ejecutivo y judicial propios. La autonomía, entendida siempre en un sentido
amplio como soberanía de individuos, municipio, culturas y pueblos,
representaba un objetivo para el que los andaluces poseen una obligación común.
Entre otras cuestiones, asociada dicha idea a novedosas medidas sociales:
independencia social y civil de la mujer, justicia y educación gratuitas,
reformas sanitarias y agrarias,...
La
estrategia de los nacionalistas andaluces vendría a coincidir en algunos
aspectos con otras ideologías de izquierdas, partidista en su carácter
republicano, innovador, popular y anticaciquil. Ello explica la coincidencia
electoral que tiene lugar en la ciudad de Córdoba, al hilo también de la
segunda de las Asambleas Regionalistas que allí se celebra en 1919. Por esta
época, Infante guarda ya una estrecha amistad con el agrónomo Pascual Carrión
de quien asume la concepción ilegal en origen del latifundio (reparto de las
tierras andalusíes entre nobles castellanos por la acción de la mal llamada
reconquista), así como con el médico anarquista Pedro Vallina, a quien guarda
una profunda admiración y con el que comparte, además de una estrecha amistad,
una visión heterodoxa del anarquismo junto a una visión crítica de la Revolución Soviética
rechazada en su libro: La Dictadura Pedagógica (1923). En esta obra Infante
se muestra contrario a la sustitución de unas estructuras de poder por otras,
de manera que el individuo carezca de libertad y voluntad. Reclama la
vinculación voluntaria de los andaluces de conciencia al proyecto liberador,
sobre la base de la educación y la cultura, sin imposiciones ni limitaciones
tanto capitalistas como comunistas. Sólo desde ese humanismo librepensador es
concebible el pleno desarrollo del individuo y el avance social, a partir
siempre del federalismo emanado de la Constitución de Antequera de 1883. Como en el
anarquismo, sus teorías siempre irían impregnadas de unas fuertes dosis de
personalismo utópico, que renuncia al exclusivo componente de la vía partidista
y electoral abrazada desde la izquierda tradicional, y proclama la revolución
desde el corazón y la conciencia de los andaluces.
Así las
cosas, en 1923 la dictadura el general Primo de Rivera clausura los Centros
Andaluces y, persigue y exilia a algunos de sus miembros más destacados
permutando ahora Infante su notaría desde Cantillana a Isla Cristina. Limitada
la vida pública, el encuentro con un floreciente municipio pesquero por obra de
“jornaleros del mar”, representará un tiempo dedicado a la familia (nacen sus
cuatro hijos después de contraer matrimonio en 1919), las labores
profesionales, la lectura y escritura, la reflexión y los viajes. A tenor de
los datos y por la idiosincrasia de su personalidad, durante estos años toma
contacto con el esperanto y la masonería, e incluso, se aventura por
divertimento en alguna experiencia literaria donde, mediante cuentos, los
animales ofrecen lecciones moralizantes a las personas.
Infante,
viaja a Galicia donde toma contacto con los nacionalistas gallegos y, a
Marruecos, en plena confrontación bélica con España, para visitar la tumba del
rey Almotamid en Agmat. Precisamente, al hilo de esta intensa experiencia y
fuertemente impresionado por la similitud entre la música andalusí y el
flamenco, a su regreso, se interesa por un tema que hasta ahora le había pasado
desapercibido. Producto de aquella nueva intuición es su obra: Orígenes de lo
Flamenco y Secretos el Cante Jondo, ensayo donde presenta su teoría para
explicar dicho mundo. Para el notario de Coria, flamenco procede el “fellahmengu”:
el canto, a modo de lamento, del campesino andalusí que ha sido desposeído de
sus tierras por el conquistador cristiano y ha visto como eran repartidas como
botín de guerra entre nobles castellanos triunfadores de la guerra. Este origen
del latifundio como gran problema de la distribución de la propiedad de la
tierra en el campo andaluz, está íntimamente unido a la existencia de una
singular forma de expresión; identificada, entonces y hoy, con la etnia gitana,
como única que sobrevive en nuestros días a las expulsiones de moriscos y
judíos. Bajo estas posiciones, se subrayan los lazos culturales que todavía existen
a ambos lados del Estrecho de Gibraltar y que, a lo largo de siglos, van a
representar un origen común: la imposición de una economía y una religión única
cristiana y feudal, el destierro de civilizaciones diferentes, la persecución
de prácticas y modos de vida de grupos considerados heréticos y ajenos a la
pauta oficial impuesta.
La llegada
de la II República
representa un marco de nuevas esperanzas en un Estado que arrastra un exceso de
desencanto social y reacción. Destinado como notario a Coria del Río, Infante y
los suyos constituyen la
Junta Liberalista de Andalucía entidad legalizada como “política”,
con la que pretende reactivar los ideales de los Centros Andaluces desde la
defensa de una nueva concepción federal de España y a partir de un nuevo
régimen con el que, no obstante, pronto se le considera prolongador de las
estructuras de la dictadura, pese a estar encabezado ahora por formaciones de
la izquierda tradicional.
4/12/1977, Sevilla por la Autonomía |
La última
etapa de su vida supondrá el periodo de máxima actividad y de reconocimiento
político a sus esfuerzos e intereses. Como alternativa a ese desencanto hacia la II República y desde
unas posiciones heterodoxas, Blas Infante participa junto a Ramón Franco, Pedro
Vallina, Antonio Rexach, Pascual Carrión, José Antonio Balbontín y Pablo Rada
en una candidatura electoral denominada Coalición Republicana Revolucionaria
Federalista Andaluza. Bajo esta amplia concepción los candidatos ofrecen, desde
muy distintas posiciones ideológicas, una alternativa profundamente renovadora
en su acción y, abiertamente anticaciquil y rupturista en sus planteamientos.
Las expectativas que esta candidatura atípica levantará, provoca los recelos de
la coalición republicano-socialista, la cual llega a inventar un supuesto
levantamiento militar en la base sevillana de Tablada para proceder a su
anulación, en medio de una sospechosa contundencia de porcentajes de votos
desde muchos municipios de la provincia a favor de la citada alianza. Infante,
replicará a la arbitrariedad y alevosía de los hechos en su obra: La verdad
sobre el Complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía. Sin duda, su obra
más completa e interesante, y en la que aporta en sus páginas la decepción que
el sistema republicano le comporta, las intenciones de los reunidos y su visión
de los hechos, mientras procede a desmontar todas y cada unas de las falsas
acusaciones que se le imputan a los candidatos. Si bien las memorias de algunos
de los implicados aluden algunas inquietudes o intenciones militares en la
base, desde nuestra interpretación todo representa más un deseo que una
realidad objetiva, cuestión que, por otra parte, sería utilizada por el
gobierno provisional para represaliar a un nutrido grupo de militares
revolucionarios. Paradójicamente, las autoridades de la República pusieron en
esta ocasión más énfasis en reprimir a los militares izquierdista que en
percatarse y tomar medidas de lo que fue la progresiva conspiración golpista
desde sectores conservadores.
Pese a la
contrariedad por la intentona electoral, Infante, junto a Vallina y Carrión,
aportan su percepción sobre el problema de la tierra en Andalucía de cara al
anteproyecto de reforma que elabora el Gobierno. A los tres –libre y sin cargos
ante el supuesto complot- les une la urgente necesidad de una reforma agraria
que distribuya la propiedad, modernice el campo andaluz, genere una mayor
riqueza y la distribuya socialmente. Un proyecto exento de indemnizaciones o
compensas y, fundamentalmente, dirigido a quebrar un problema secular como el
de los latifundios heredados. No se trata de un tradicional reparto de una
tierra que debe ser siempre para el que la trabaja. Más bien, los sindicatos jornaleros
y un fuerte control municipal son quienes están llamados a fiscalizar el éxito
de una alternativa que siempre debe estimular el trabajo, la producción y el
progreso.
De otro
lado, el gran proyecto político de la Junta Liberalista
será la conquista de una autonomía para Andalucía como posibilidad legal
permitida por la
Constitución de 1931. A propuesta de estas entidades
nacionalistas y, recogiendo los frutos y el esfuerzo de personas tales como el
socialista Hermenegildo Casas, antiguo colaborador del Centro Andaluz de
Sevilla y en 1931 tanto diputado como Presidente de la Diputación hispalense,
se inicia una dinámica institucional encabezada por esta última entidad, a
resultas de la cual todas las fuerzas vivas son convocadas en la ciudad de
Córdoba para debatir, durante la Asamblea Regional de enero de 1933, una propuesta
de bases para el Anteproyecto de Estatuto de Autonomía de Andalucía. Para aquel
entonces la Junta
Liberalista había creado y registrado el himno de Andalucía
que hoy reconocemos, cuya música es una melodía jornalera y su letra todo un
alegato a favor de las posibilidades de un pueblo sabio y antiguo, pero carente
de libertad y justicia.
Los
resultados de aquel encuentro proautonómico no fueron los esperados, dado que
la izquierda tradicional y, sobre todo, los representantes parlamentarios no
arroparon la iniciativa como sí harían para otros territorios. Si bien hubo
honrosas excepciones, unos y otros pretendieron boicotear una cita que, pese a
todo, alcanzó importantes acuerdos que, finalmente, no fueron llevados a la
práctica. Es más, desde las instancias gubernamentales del bienio rectificador se
persiguió la cuestión autonómica y el proyecto pareció entonces quedar
aparcado. Infante, en un periodo de obligada calma en la acción pública donde
medita a través de sus Cartas Andalucistas, visitaría en el penal de El Puerto
de Santa María a Companys y los consejeros de la Generalitat, presos
durante los sucesos de octubre de 1934.
El triunfo
del Frente Popular reactiva la labor de los círculos nacionalistas, que ya en
1935 habían iniciado aisladamente la difusión del texto y las conclusiones de la Asamblea de Córdoba. De
nuevo, se volvería a solicitar a la Diputación de Sevilla que retomase la
dinamización antes emprendida y las bases redactadas en 1933, cuestión ésta
que, finalmente, se reactiva en una nueva cita regional el 5 de julio de 1936
en la sede de la citada corporación provincial. Será entonces cuando se le
nombre, en reconocimiento a sus esfuerzos a lo largo de su vida, Presidente de
honor del organismo Acción Pro Estatuto, foro de representantes de
ayuntamientos, diputaciones, municipios y partidos, encargado de retomar el
texto de 1933 y proseguir con el proceso constitucional hacia una autonomía que
sólo el golpe militar del 18 de julio cortaría de raíz.
Blas
Infante es arrestado en su casa de Coria el dos de agosto de 1936, pasando con
posterioridad al cuartelillo de Falange de Sevilla situado en la Cámara Agraria de
la calle Trajano y, más tarde, a la prisión provisional instalada en el cine
Jáuregui. La noche del 10 de agosto de aquel año es sacado junto a otras
autoridades de la Sevilla
republicana y fusilado en el kilómetro cuatro de la carretera Carmona. Un cruel
homenaje a la resistencia civil que la ciudad tuvo, ese mismo día de 1932, a la intentona
golpista de Sanjurjo. Pese a los intentos de su mujer y algunos allegados Pedro
Parias, entonces gobernador de la ciudad, no mostró piedad alguna con el marido
de su sobrina María Angustias García Parias.
Todo
indica que sus restos, como los de tantos demócratas fueron a parar a la fosa
común del cementerio San Fernando de Sevilla en el que, presumiblemente,
reposan. El libro oficial de enterramiento que se conserva en dicho camposanto
sólo posee, durante ésa y otras fechas cercanas, numerosas páginas en blanco
que, desde el anonimato, dan testimonio numérico de los cientos de cuerpos
asesinados y allí arrojados en los primeros meses de golpe.
El 4 de
mayo de 1940, casi cuatro años después de su fusilamiento, ve la luz una
Sentencia del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, que pretendía
burdamente justificar su asesinato condenándolo por el delito de haberse
significado “como propagandista para la constitución de un partido andalucista”.
La sentencia le condenó “como incurso en un caso de responsabilidad política de
carácter grave” dictando un auténtico asesinato político legal y aún parece
iniciar una persecución más allá de su muerte al condenarle a una multa de dos
mil pesetas, la cual manda notificar a su viuda en representación de sus hijos
menores tras haber cuantificado, en el resultando antes citado, su patrimonio: “dejó
cuatro hijos menores y una finca rústica con 138 pesetas 85 céntimos de líquido
imponible”. Considerando acreditadas las actuaciones que se le imputan al
inculpado –sigue diciendo la citada Sentencia-, se le supone “una grave
oposición y desobediencia al mando legítimo y a las disposiciones de él
emanadas”.
En el
registro civil de Coria del Río en su página 167 vto tomo 45 y sección 3ª,
consta certificada su defunción a consecuencia –se dice-, de la aplicación del
Bando de Guerra. Blas infante fue algo más que un demócrata y un republicano,
fue un andaluz comprometido que luchó por una Andalucía Libre de injusticias:
por todo ello le asesinaron.
Microbiografía
descargada de www.todoslosnombres.org
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