Cada día que pasa, el
neoliberalismo gana más y más espacio en detrimento del llamado estado del
bienestar; cada día sus cimientos son socavados, de tal manera que, llegado el
caso, su reconstrucción sea muy costosa o casi imposible; cada día es más
evidente el estado de miedo y desesperación al que nos están abocando.
Las contradicciones se han ido
acumulado hasta el momento actual en el que el monstruo, asediado y temeroso de
su final, da a conocer cada vez con mayor violencia su verdadera faz. Se quiere
despojar de la máscara de la democracia representativa porque ya no sirve a sus
intereses. El neoliberalismo no desea que la sociedad opine o piense por su
cuenta. No le interesa la existencia de un ciudadano activo concienciado y
consciente de sus derechos. Solo quiere trabajadores semiesclavos, sin
derechos, consumibles de usar y tirar, consumidores, clientes, personas
acríticas…
Nuestro sistema de
redistribución, nuestro bienestar y nuestros servicios públicos se han
deteriorado y se les está privando de medios para luchar contra la
privatización, es el retorno de privilegios por nacimiento y dinero.
La Igualdad, que era una
promesa, se ha convertido en un mito, y este fracaso está en el corazón de la
infelicidad colectiva de la desconfianza que nos domina.
Estas desigualdades son el cáncer
de nuestro modelo social, tenemos el
deber de ser mucho más audaces en la voluntad de la refundación de la igualdad
republicana, defendiendo la justicia en
todas sus formas. Este nuevo diseño es la clave de nuestro modelo social.
Es hora ya de hablar de lo que
nos une y transmitir ilusión a todos los que nos rodean, que otra política es
posible, que ellos mienten. Es hora de gritar bien alto que existimos, que
somos hombres y mujeres libres y somos
muchos más que ellos.
Pero ¿qué nos une?
.- Nos une la certeza de que el estado está al servicio de
todos, porque todos somos el estado.
.- Con pleno convencimiento,
entendemos que la Republica
representa la democracia y, como tal, es la única opción capaz de proporcionar
a la ciudadanía, la cultura, la honradez y la responsabilidad, palancas
incuestionables, para alcanzar la libertad, la igualdad y la fraternidad entre
todos los ciudadanos.
.- Creemos en la Democracia radical,
profundizando la democracia participativa mediante el auge de mecanismos
deliberativos ciudadanos; división estricta de poderes desde su elección;
control ciudadano de dichos poderes y de la financiación de los partidos
políticos en cuanto que herramientas al servicio de la representación institucional
de sus electores.
.- Entendemos que nuestros
representantes lo son porque así, libremente, lo hemos querido, eligiéndolos en
listas abiertas, a los que podremos exigir responsabilidades de su gestión en
cualquier momento.
.- Queremos un estado federal, ya
que la soberanía que reside en el pueblo, la recibe el Estado por delegación de
las Comunidades, teniendo estas el derecho de autogobierno en todas las
materias que les haya delegado el Estado. El cual, debe articular la
solidaridad entre las mismas. Porque el Estado Federal, encarna el proyecto
común histórico de todos los pueblos que conforman España.
.- Sabemos que la solución de los
problemas ambientales forma parte de un cambio de sistema económico y este
cambio no se puede dar en un planeta arrasado y sin recursos suficientes. Estos
se están convirtiendo en asuntos de profunda preocupación social, como el
calentamiento global, contaminación del agua, modificaciones genéticas de
alimentos, entre otros; por lo que tenemos que incorporarlos, cada vez más, a
las agendas de la vida política.
.- Somos pacifistas porque el
Estado debe ser un instrumento necesario en la búsqueda de la paz universal y
en la eliminación de todos los agentes que la hacen imposible, debiendo garantizar el necesario equilibrio entre la
paz social y el disfrute de los bienes adquiridos, con la imprescindible
solidaridad de todos.
.- Nuestro anhelo es el de un
Estado solidario que garantice el derecho al trabajo de todos los ciudadanos.
En donde la educación debe ser una obligación esencial del Estado, desde la
escuela infantil hasta la
Universidad. Una Sanidad Pública universal, al igual que la
educación, de calidad y gratuita, tanto en las prestaciones hospitalarias como
farmacéuticas. Con prestaciones sociales que aseguren una vida digna a los más
desfavorecidos.
.- La libertad en todas sus
manifestaciones, individual, colectiva, etc., debe de ser la piedra angular
sobre la que se estructure nuestra sociedad. El Estado, para ser el garante de
las libertades, debe declararse neutral ante todas las confesiones religiosas;
porque ninguna confesión religiosa puede ni debe convertirse en instrumento
subvencionado del propio Estado; ya que el derecho a la diversidad y respeto a
las minorías, constituyen las garantías más firmes de la democracia.
.-Somos europeístas, pero no es
aceptable la deriva neoliberal que impone injustas e insostenibles restricciones sociales a los
Estados individuales como España, Irlanda, Portugal o Grecia. Creemos en la Europa de los pueblos y no
en la de los mercados y nos afirmamos en
una Federación de Estados Europeos. No creemos en la existencia de una moneda
única sin una política económica y fiscal única y avalada por la voluntad de
los pueblos europeos.
Pero estos valores no vendrán por
sí mismos. Los republicanos necesitamos una herramienta, que para empezar,
lleve nuestra voz, nuestras ideas a todas las instituciones del Estado.
El republicanismo progresista de
hoy debe proceder de un radicalismo de combate que sepa federarse para realizar
grandes reformas doctrinales referentes a la solidaridad, a una laicidad que
sepa institucionalizar con sabiduría y, para siempre, la separación de las
iglesias y el Estado, a la libre asociación que garantice la libre sindicación,
a una economía verdaderamente solidaria basada en la progresividad de los
impuestos sobre el beneficio y la propiedad inmobiliaria.
Debemos contribuir, con nuestra
voluntad política, al servicio de una República descentralizada y progresista
que sepa reunir y orquestar, en torno suyo, a todas las diferencias; debemos
entender, como los radicales de ayer, las reivindicaciones regionalistas y no juzgarlas
como ilegítimas y antirrepublicanas porque ellas expresan el derecho a la
diferencia. Deben estar convencidos: de que la República es, en sí
misma, el equilibrio entre los derechos individuales y los de los grupos.
Los republicanos tenemos que
ser sectarios en nuestras convicciones, porque como dijo D. Manuel Azaña: “Cuando todo está dicho, explicado y probado,
es hora de conducirse creyendo a cierra ojos que la idea nos dará la verdad
social española. No temáis que os llamen sectarios. Yo lo soy. Tengo la
soberbia de ser, a mi modo, ardientemente sectario, y en un país como éste,
enseñado a huir de la verdad, a transigir con la injusticia, a refrenar el
libre examen y a soportar la opresión, ¡qué mejor sectarismo que el de seguir
la secta de la verdad, de la justicia y del progreso social! Con este ánimo se
trae la República, si queremos que nazca sana y vividera. La República no puede
surgir como un mal menor, originado en la podredumbre y corrupción de un
régimen, sino como criatura de nuestra energía, fecunda y activa, segura de sí
misma. La República tendrá que combatir con una mano mientras edifica con la
otra. Los tiempos serán entonces más difíciles que los actuales, porque
habremos echado sobre nosotros la responsabilidad del porvenir de España.” (Discurso
11 febrero 1930)
Es hora ya de decir basta y poner
a cada uno en su sitio y decir como Don Quijote: “¿Tropezáis con uno que miente? Gritadle a la cara: ¡Mentira! y
¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?
Gritadle: ¡Ladrón! y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías a
quien oye toda una muchedumbre con la
boca abierta? Gritadles: ¡Estúpidos! y ¡adelante! ¡Adelante siempre!”. (Miguel de Unamuno -Vida de Don Quijote y Sancho-)
Creemos que ha llegado el momento
de que tengamos una sola voz y un solo mensaje, que tenemos algo que proponer,
más allá de recuerdos y nostalgias; comprendemos la complejidad de la empresa, pero
tenemos que salir de nuestros silencios y decir como Celaya:
¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
Sanchos de España, “¡Adelante!
¡Adelante siempre!”
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