viernes, 1 de febrero de 2013

Carta abierta de un radical-republicano


Querido correligionario:

Intentar que  comprendas el estricto sentido que encierra este documento, es lo más difícil a lo que me he enfrentado en mi larga vida de militancia política. No obstante, lo voy hacer, porque estoy obligado por la historia, los acontecimientos pretéritos y presentes y, mi compromiso, con la política republicana. Con la República. Y, lo más importante: porque la Nación española lo necesita.

Desde hace años y, hasta  fecha reciente, se ha podido constatar: no han sido pocos los días, en los que no haya saltado a la palestra un nuevo gladiador republicano (en solitario o, poco acompañado) para intentar abatir a la misma fiera que, otros gladiadores solitarios e, igualmente republicanos, pretendían abatir. Sin que en ningún caso hayan sabido entender que, la fiera a la que intentan enfrentarse era tan poderosa, que no  la iban a poder doblegar, solamente, haciéndole cosquillas. Gladiadores que no se han querido enterar, en tanto que políticos avezados que se supone deberían ser, de que para luchar y, vencer en política, antes de empezar el combate, se debe pensar muy y, mucho: en la correlación de fuerzas.



En la mayoría de casos, ésta tendencia a la atomización, no ha sido más que un drama impulsado por la inoperancia, la falta de credibilidad y, el desprestigio político y moral  de muchos dirigentes de Partidos políticos que deberían haber sido ejemplo de la decencia y, el referente, del republicanismo democrático español.


Por todo ello y, hasta ahora, ha sido imposible la unión entre republicanos. Me refiero a la unión entre republicanos que no les separan las ideas. A  republicanos que están desunidos, no por sus ideas, sino por culpa de las siglas a las que pretenden defender. Siglas que sólo encierran en sí mismas, el interés particular de unos estultos. Sin ambages: IR, UR y ARDE.

La intención que quiero transmitir en éste documento no tiene por objeto    hacer historia, pero, sin embargo, quiero  recordar en él, algunos hechos que puedan refrescar la memoria de algunos y, que con ello, sea más factible  la unión entre republicanos.

Ni la Izquierda Republicana contemporánea (IR), ni la Unión Republicana actual (UR) son los Partidos históricos que dieron forma y prestigio internacional al acervo republicano español; al genuino republicanismo español. No son los Partidos políticos que fundaran Don Manuel Azaña Díaz y Don Diego Martínez Barrio. Aquellos Partidos se disolvieron en 1959. Los de ahora se fundaron a mitad de los años 70 del siglo XX, Lo que ahora son, es otra cosa, cosa que es mejor no mencionar, porque todavía militan en ellos, aunque minoritariamente, lo más granado y honrado del republicanismo español.

Tampoco ARDE es aquel Partido, aquella unión de Partidos republicanos UR-IR que fundaran, entre otros, Don Carlos Esplá, Don Claudio Sánchez-Albornoz, Don Fernando Valera o, Don José Maldonado. No es aquello. Ahora, es también otra cosa. Es un potencial político monumental secuestrado y, hundido, por un grupúsculo de políticos (muy pocos), que no permite que salga a la luz. Que no quieren que ejerza su labor cómo Partido político, porque, si lo hiciese, muchos de los que están viviendo hoy a costa del nombre de la República y, de la mamandurria monárquica, se les acabaría el momio.

 Por esto, ha sido y es, un garrafal desacierto político, el querer continuar creando nuevas entidades políticas republicanas, sabiendo que existe una, en la que, si lo pretendemos, nos podríamos unir todos los republicanos que no nos separan las ideas.

Conquistemos ARDE hagamos de éste Partido, la fuerza política que pueda vencer a la Monarquía. Unámonos todos: simpatizantes y militantes de UR e IR bajo  ese potencial político monumental llamado ARDE. Pongamos al grupúsculo que lo mantiene sin vida, en el lugar que le corresponde. Fuera de la política Republicana.

HABLEMOS POR FAVOR. SI NO VAMOS TODOS UNIDOS SABIENDO HACIA DONDE QUEREMOS IR Y, PARA QUÉ QUEREMOS LLEGAR, ESTO SE VA AL GARETE.

¡VIVA LA REPÚBLICA!

Eduardo Calvo

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