Estos últimos años han
puesto en evidencia el creciente malestar e insatisfacción que genera el
funcionamiento de regímenes pseudo democráticos
cada vez más identificados con formas extremas del neoliberalismo.
El propósito de un régimen
democrático es establecer unos cauces ciudadanos de participación de los
verdaderos soberanos para que las personas que ellos elijan den solución a los
problemas de la sociedad en un marco de libertad y equidad; sin embargo, la
legitimidad democrática a escala mundial se ha deteriorado y aparece hoy en día
cada vez más sometida al orden económico globalizado. Europa, y por ende
España, se ha puesto al servicio de la lógica neoliberal, cuyos principios se
aplican en nombre de supuestos técnicos que no aceptan lecturas alternativas y
que consagra el predominio de la supremacía del poder económico sobre la única
soberanía de un sistema democrático, que reside en los ciudadanos. Aunque se
hable de conformismo e indiferencia ciudadana, de funcionamiento obsoleto del
sistema democrático; de crisis de los partidos políticos y de creciente
abandono de los cometidos esenciales del Estado; el verdadero problema reside
en la abdicación del ciudadano que, falto de una Educación para la Ciudadanía Democrática
no se cree realmente que sea el soberano y, en consecuencia, sigue actuando
como siervo.
La definición que hace
Lincoln “democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” poco
tiene que ver con las prácticas de gobierno contemporáneas, donde las
decisiones políticas están lejos del control de los ciudadanos, cuya capacidad
ha sido legalmente limitada a poder votar periódicamente eliminado toda
posibilidad de un participación más activa y donde no hay expresiones de
autogobierno colectivo. Por ello se advierte del peligro creciente de democracia
sin demócratas, de políticas sin políticos en un país como el nuestro, donde la
democracia que nunca hemos recuperado en este país- su Jefe del Estado ha sido
elegido por el dictador que acabó con ella, mantiene una ficción de Parlamento
que cad vez se parece más al Parlamento Franquista, donde también se elegía a
sus miembros, pues consiste en un sistema representativo fraudulento para seguir
haciendo creer que esto es una democracia - porque se vota - ¡y no lo es!
Actividades siempre fueron públicas se han privatizado reduciendo al
mínimo el papel de la discusión el control o el uso del espacio público. Este
déficit democrático ha agravado más aun los efectos perversos; disminución de
la responsabilidad ciudadana, la exclusión social, el desempleo, la
burocratización de la gestión de los servicios y la inacción ante la impotencia
legal que ha producido la modificación de la situación laboral (paro,
inseguridad, precariedad, trabajos temporales). Quizá lo más grave sea la
creciente inadecuación de las respuestas de los partidos políticos ante las
nuevas demandas de la sociedad. Crispada de impotencia sobre su propia rutina,
la non- nata democracia basada en los derechos adquiridos que sufren un brutal
desmantelamiento se apuntala con los numerosos tabúes colectivos de lo
políticamente correcto. El desafío que planteamos los republicanos no puede ser
otro que la imprescindible y radical revisión del funcionamiento del sistema vigente
monárquico de raíz y esencia franquista, para terminar así la Transición a la Democracia que se nos ha
escamoteado.
Entendemos, al igual que
Philip Pettit, el republicanismo no sólo como forma de estado sino como un
sistema de valores promotor de la libertad positiva y de la equidad frente al
liberalismo imperante del capitalismo salvaje de los mercados.
El interés público y la
libertad política deben significar, antes que nada, el derecho a ser un
participante activo en la construcción de nuestro presente y nuestro futuro. Una
democracia real solo existe en un sistema político en el que los ciudadanos
participan activamente y cuyo gobierno emana de la voluntad general y está
atenta a ella. En ningún caso cabe considerarlo como una abdicación del poder en
manos de unos pocos.
La esencia del
republicanismo exige la existencia de un contrapeso a la falta de diálogo y de
deliberación política que impera en la actualidad; por ello debe poner el
acento en la recuperación de valores y principio esenciales en todo régimen
democráticos: como el de la libertad, la justicia, la equidad y el fomento de
los derechos y deberes ciudadanos.
Un individuo es libre en la
medida en que dispone de los recursos y los medios instrumentales necesarios
para realizar o determinar sus propios planes de vida, su autogobierno o
autorrealización personal. Para los republicanos no hay libertad civil sin una
ley que la consagre de modo real y efectivo y el Estado de derecho democrático
- no uno inventado por un dictador que nombró a perpetuidad al Jefe del Estado
- es el mejor garante de su existencia.
Exaltar el valor de la
ciudadanía y la participación y buscar mecanismos que permitan tanto el control
de las instituciones estatales por parte de los ciudadanos como la
descentralización, el control local y la autodeterminación local, son principios
que resultan también un vehículo apropiado para inculcar rasgos como la empatía,
la virtud cívica y el sentido de la comunidad.
Los pilares del
republicanismo tienen como eje el bien común, las libertades y derechos, no
meramente formales, sino reales, lo que exige que el ciudadano debe de contar con
los medios necesarios para su realización, proporcionados por la República, puesto que
ese es su fin propio y específico: que el Estado esté al servicio de los
ciudadanos donde reside la soberanía.
La
Libertad: Entendida esta como una protección
frente a la dominación o exposición del individuo a la interferencia arbitraria
que supongan un atropello de su dignidad y voluntad.
Recordamos con Aristóteles
que “no hay individuos libres sino entre iguales”, de tal forma que en la
práctica hay que legislar la igualdad, siguiendo la máxima de Rousseau: “nadie
debe ser tan rico como para que otros dependan de él, ni nadie tan pobre como
para necesitar venderse a otros”.
La laicidad: Los republicanos creemos en la virtud
de la laicidad, que, en realidad, es la piedra angular de la filosofía
republicana. Los republicanos hemos defendido la racionalidad de las
instituciones públicas, partiendo desde la escuela -en lo que respecta a las
influencias sociales, filosóficas o religiosas-, lo que permite a todos a
seguir razonar sobre sus propios pensamientos.
La solidaridad: La solidaridad ilumina toda la acción
de los republicanos. De un hecho social, hacemos una exigencia moral. Su
fomento debe lograrse a través de la libre asociación y no por la fuerza. Para
fortalecer los lazos que existen entre el individuo y la sociedad, la política
debe estar guiada por la solidaridad como una realidad intangible y
necesaria.
El Humanismo: El hombre es la medida, el propósito
y la justificación de cualquier acción pública. Su desarrollo integral, que da
sentido al progreso y justifica el esfuerzo de una organización social, debe
guiar la acción pública.
El respeto: La expresión y acción de los
republicanos se definen por la razón y el respeto. En el corazón de cualquier
proyecto republicano se expande la idea de la convivencia amable.
El Universalismo: Los republicanos tenemos una
concepción subjetiva de la nacionalidad, con base en la voluntad libremente
expresada de un futuro común y no en criterios de idioma, raza, historia o
geografía, como elementos terrenales ni de religiones como elementos extraterrenales.
El sentimiento republicano resurge
como una reacción y respuesta a los engaños que afirman que gobernar es
realizar pactos entre grupos poderosos de intereses privados, sin ninguna
participación, diálogo y función deliberativa que tenga en cuenta la
ciudadanía, práctica política y económica. Ésa es la esencia del que ha llevado
el liberalismo antidemocrático basado en la soberanía de los mercados. Los
compromisos republicanos básicos, la deliberación, el universalismo y la
ciudadanía, vuelven a estar llamados a desempeñar un papel decisivo en la nueva
forma de hacer política que es la esencia del viejo sistema democrático que
anhelan todos aquellos disconformes con el liberalismo reinante que atropella
la soberanía ciudadana.
Viva la República
Imprimir
No hay comentarios:
Publicar un comentario