Los modelos del sistema solar o
de la estructura del átomo que todos conocemos son imágenes muy estilizadas, no
representaciones a escala. Las distancias entre los planetas son demasiado
grandes y el tamaño de las partículas subatómicas demasiado pequeñas para que
resulten intuitivos. Por ejemplo, si dibujamos la Tierra del tamaño de una
pelota de tenis, el sol tendría que tener once metros. Si representáramos el
núcleo atómico del tamaño de un grano de pimienta, necesitaríamos cien
kilómetros para hacer una imagen a escala de la estructura del átomo.
Padecemos un sesgo cognitivo
parecido con algunos procesos sociales muy importantes. Por ejemplo, la
desigualdad. La representación intuitiva que nos hacemos de las desigualdades
sociales son sistemáticamente inferiores a la realidad. Sospecho que mucha
gente se indigna con lo que ganan los políticos no sólo porque les parece que
no lo merecen sino, sobre todo, porque son excesos que se mueven en un orden de
magnitud que les resulta familiar.
En 1971 el economista holandés Jan
Pen ideó un experimento mental que proporciona una imagen intuitiva de la
magnitud de la desigualdad económica. Lo llamó el desfile de los salarios (income parade) Consiste en suponer que la altura de cada habitante de un país es
proporcional a sus ingresos, de modo que la gente pobre será muy baja y la
gente rica muy alta. A continuación, imaginamos que todos ellos desfilan en una
larga hilera, ordenados de menor a mayor tamaño. El desfile durará exactamente
una hora. Si se aplica a Estados Unidos, el resultado es muy impactante.
También hay versiones desternillantes que tienen en cuenta la riqueza y no sólo
los ingresos, de modo que durante un buen rato la gente cuyas deudas superan a
sus ingresos pasa por debajo del suelo.
Un cálculo impresionista y sin
ningún ánimo de exactitud a partir de los datos que proporciona la EPA sobre la distribución en
deciles de los ingresos salariales muestra resultados similares para España. La
desigualdad entre los asalariados en nuestro país es menor que en Estados
Unidos o Inglaterra. Pero la distancia entre los asalariados y los ricos es
sideral. Si suponemos una altura media de un metro y setenta centímetros
equivalente a 1700 euros mensuales (el salario bruto medio en 2010, lo que
equivale a 1345 euros netos), la cosa sería más o menos así.
El desfile comenzaría con gente muy bajita cuya altura va creciendo muy lentamente. A los diez minutos las personas que pasan delante de nosotros apenas llegan al metro de altura (un salario de unos 1000 euros brutos). Poco a poco la altura va aumentando y al llegar a la media hora -o sea, la mitad del desfile-, la gente que pasa ya mide un poco más de metro y medio (1500 euros brutos). A lo mejor te sorprende que en ese momento no se haya alcanzado aún la estatura media, pero justo entonces pasa delante de ti un joven profesor de estadística con un contrato precario y te explica la diferencia entre la mediana y la media. Cinco minutos después por fin se alcanza la altura media de 170 centímetros. La verdad es que el desfile es un espectáculo muy aburrido. La altura aumenta muy lentamente y son un montón de gente. A los cuarenta y ocho minutos empieza a pasar gente con aspecto de jugadores de baloncesto de hasta dos metros y medio (2500 euros) y en los últimos cinco minutos vemos llegar a personas de más de tres metros.
En el último minuto por fin las cosas se pone interesante. Aparece gente muy alta, el 0,5% de la población, de más de diez metros. Entre ellos Mariano Rajoy, que mediría unos 15 metros (180.000 euros al año). Entonces pasan unos pocos miles de asalariados que en España ganan más de 600.000 euros al año. Primero los más bajitos, que miden unos 50 metros (como una piscina olímpica), entre ellos José María Aznar. Al final los superasalariados, como Alfredo Sáez del Banco Santander, que gana nueve millones de euros al año y mediría 750 metros o Cristiano Ronaldo, que gana un millón de euros al mes y mediría todo un kilómetro.
Aún así, estas estaturas son relativamente bajas si las comparamos con las de los muy ricos, que pasarían como centellas en los últimos instantes del desfile. En este caso no hay salarios, claro. Pero si pensamos en una gran fortuna de unos 1500 millones de euros (por ejemplo, las de Florentino Pérez o Alicia Klopowitz) que rindiera al año un modesto 4%, tendríamos una altura de 5 kilómetros, más que el Mont Blanc. Incluso si aplicamos un criterio aún más restrictivo (digamos, el 2% de rendimiento), en los últimos instantes del desfile pasaría a gran velocidad un gigante inverosímil. Es Amancio Ortega, dueño de Inditex y uno de los hombres más ricos del mundo, que con una fortuna estimada en 37500 millones de euros mediría más de 60 kilómetros y tendría dificultades para respirar porque su cabeza estaría en la mesosfera. Dicho al revés, si Florentino Pérez midiera un metro setenta, una persona normal sería como un ácaro, o sea, invisible.
Pero lo realmente alucinante es
que sólo estamos teniendo en cuenta los ingresos. Si habláramos de desigualdades
patrimoniales, las diferencias serían muchísimo mayores.
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