Podemos perfectamente considerar que el gobierno de Rajoy es un
gobierno vasallo que se limita a obedecer el dictado de la llamada
troika -Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario
Internacional-, lo que significa que en la práctica está asumiendo la
estrategia económica de estas instituciones supranacionales. Una
estrategia que es ante todo ideológica, es decir, que persigue un
determinado modelo de sociedad. Concretamente un modelo de sociedad
donde el orden social se recompone a partir de un empobrecimiento de la
mayoría de la población y en beneficio de determinadas minorías (grandes
fortunas) vinculadas a la propiedad del capital financiero (bancos) y
el gran capital productivo (grandes empresas). Es decir, estamos
asistiendo a una recomposición de las clases sociales en nuestro país.
La estrategia tiene un objetivo y dos principios fundamentales. El
objetivo es recuperar el crecimiento económico para poder volver a
generar empleo a cualquier precio. Los principios son la austeridad y
las reformas estructurales. A su vez todas las medidas económicas se
pueden estructurar en tres ejes: la consolidación presupuestaria, la
confianza en los mercados internacionales de deuda y la reestructuración
de los fundamentos económicos. Este planteamiento sistemático adolece
de errores tan graves que podemos asegurar que es una estrategia
suicida, porque no responde a los problemas reales de la economía y de
hecho consigue agravarlos. Las consecuencias económicas y sociales serán
brutales.
Hay que hacer notar que el objetivo es consecuente con las
preocupaciones de la población española, ya que sufrimos una tasa de
paro del 24’44%. Ahora bien, detrás de la estrategia para lograr dicho
objetivo hay una teoría económica (la teoría neoclásica) que está basada
en el pensamiento neoliberal y según el cual los problemas de desempleo
se derivan de un mal funcionamiento del mercado de trabajo, los
problemas de competitividad -y crecimiento económico- se deben a
salarios relativamente altos y los problemas de confianza de los
mercados y financiación de la economía real se deben a un exceso de
gasto público y deuda pública. Y sobre esos dogmas económicos diseñan
sus estrategias y medidas económicas.
No puedo dejar de señalar que esta estrategia de la troika es
compartida obviamente por el Partido Popular, pero también por el
Partido Socialista. Obsérvese que fue el PSOE quien reformó la
constitución, junto con el PP, para institucionalizar la consolidación
presupuestaria y otorgar un rol prioritario a la confianza de los
mercados (y que parece el tronco de su pensamiento, como se deduce de las declaraciones de su vicepresidenta).
Asimismo también fue el PSOE quién aprobó una reforma laboral en contra
de los sindicatos y la izquierda y quien comenzó a obedecer a la troika
recortando en componentes clave de la economía.
Desgraciadamente esta estrategia tiene efectos que podemos observar
ya en las economías griega y portuguesa. En primer lugar, la austeridad y los intentos de consolidación fiscal
deterioran el crecimiento económico y destruyen empleo. Hasta 2011 la
locomotora de débil crecimiento era la inversión pública, y desde los
recortes la economía va en picado hacia la Gran Depresión. La estrategia
adecuada tiene que venir de la mano de estímulos económicos que sean
financiados por las instituciones europeas y por reformas fiscales
altamente progresivas, pero la troika no quiere hablar de ello por los
efectos redistributivos que tendría (desde los ricos hacia los pobres).
La fe de la troika y el gobierno de Rajoy está puesta en el hipotético éxito de las reformas estructurales.
Basándose en la citada concepción neoclásica según la cual el problema
de las empresas y de la competitividad española es de tener un alto
coste salarial, lo que buscan es aprobar reformas del mercado de trabajo
que reduzcan los salarios. El FMI lo reconoció abiertamente el mes pasado
en su informe sobre España. Creen que bajando los salarios las empresas
podrán bajar el precio de sus productos y siendo España más competitiva
vía precio volverá el crecimiento económico (en un escenario laboral,
eso sí, de mayor precariedad y flexibilidad). Lo cierto es que esta
táctica hace aguas por todas partes. Ni los costes son determinantes de
la competitividad (en España se da la conocida Paradoja de Kaldor) ni el
desempleo es un problema salarial (lo es de demanda). Además, en la
medida que la demanda cae también se deterioran las empresas de la
economía nacional mientras se van salvando de la quema las grandes
empresas exportadoras -al menos mientras la demanda internacional se
mantenga.
Por todo ello los intentos de dar confianza a los mercados
son absolutamente vanos. A los mercados (los acreedores de la deuda
privada y pública) no les interesa otra cosa que la rentabilidad, y ésta
solo es posible mientras la actividad económica se mantenga. Dado que
la austeridad y las reformas estructurales fracasan y empeoran la
capacidad del Estado y sujetos económicos privados de devolver sus
deudas, los mercados acentúan su presión. Algo que además se agrava por
el hecho de que no se controlan las actividades especulativas en los
mercados de deuda pública. Por eso la prima de riesgo crece a pesar de los recortes.
Los problemas reales de la economía española y la estrategia adecuada
Si lo que queremos es volver a generar crecimiento económico lo que
tenemos que hacer es preguntarnos por qué se ha estancado el ciclo del
capital y por qué las empresas no están contratando trabajadores. En
España tenemos problemas estructurales derivados de un modelo productivo
agotado -y que ha mantenido la economía virtualmente durante una
década- y problemas coyunturales debidos a las políticas de ajuste
neoliberal.
El problema estructural sólo puede resolverse con un cambio del
modelo productivo, detectando los sectores exportadores en los que hay
espacios de negocio y que sean compatibles con la lucha ante la crisis
ecológica y refortaleciendo la demanda interna a partir de procesos de
redistribución de la renta y riqueza. Será un proceso largo que
conllevará la necesidad de nacionalizar sectores estratégicos -las
grandes empresas que presten servicios básicos (sanidad, educación,
energía, finanzas)- y que tampoco se materializará en dos días. Se puede
decir que España ha de encontrar su lugar en el mundo, y esto dependerá
a su vez de la dinámica de la Unión Europea (el plan A sería una
estrategia europea en este sentido, y el plan B una alianza entre países
europeos que compartan problemas económicos).
El problema coyuntural requiere atender a las demandas de las
empresas españolas, y que no son los que el gobierno pretende hacer ver.
Basta ver los datos estadísticos del BCE obtenidos en la memoria 2012 del Consejo Económico y Social.
El principal problema de las empresas españolas es la falta de demanda,
lo que significa que hay que distribuir rentas y riqueza y hacer planes
de inversión pública bien diseñados. Eso es así porque los ricos
consumen proporcionalmente menos que los más pobres, de modo que un
proceso de redistribución conllevaría incrementos del consumo total y
por lo tanto de las ventas de las empresas -lo que dinamizaría el
empleo. El segundo problema es la falta de financiación, que no está
llegando porque los bancos tienen enormes agujeros financieros que están
siendo tapados con dinero público -a través de falsos rescates como el impuesto por el memorándum-,
y que se resolvería con una banca pública bien consolidada y con
liquidez financiada desde el Banco Central. El resto de problemas son de
orden menor. Por ejemplo, el problema en España no es ni de
cualificación laboral, ni de regulación, ni de coste salarial (salvo,
quizá, en algún sector muy presionado por la competencia). Esos son
problemas falsos que crea el gobierno y la troika para justificar su
estrategia y el desmantelamiento del Estado del Bienestar.
En definitiva, sí hay alternativas a este desastre económico. La crisis hay que pagarla porque el ajuste capitalista lo exige, pero la cuestión política está en quién lo paga. Ahí es donde entra la política y el enfoque de clases sociales. Las alternativas no son gratis pero son las que nos pueden permitir escapar del abismo al que inevitablemente nos conducen la troika y sus vasallos.
Fuente: Alberto Garzón Espinosa – Consejo Científico de ATTAC España
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