Los datos son reveladores, y reflejan un país
cuyo tejido industrial languidece
de forma cada vez más intensa. No son cifras coyunturales o vinculadas exclusivamente al ciclo económico, sino
que se trata de una tendencia
más de fondo. El valor añadido bruto de la industria representa hoy -últimos
datos publicados- el 15,1% del total, apenas la mitad que hace 35 años. Pero lo
que es todavía más representativo: se sitúa tres puntos por debajo de la media de la
UE y muy lejos del 22% de Alemania, el 19,7% de Suecia o,
incluso, el 18,8% de Italia. Solamente en seis países de la
Unión Europea (Luxemburgo, Chipre, Grecia, Francia, Letonia y
Reino Unido) la industria pesa menos que en España.
Lo peor, con todo, es que nada indica un cambio
de tendencia. Al contrario. La producción
industrial está cayendo a un ritmo del -5,8% en media anual (hasta
julio), mientras que el Indicador de
Clima Industrial -basado en los datos que proporcionan las propias
empresas a partir de su cartera de pedidos- refleja ya un saldo negativo de
-21,4 puntos, el peor nivel desde la Gran Recesión
de 2009. Pero no sólo eso.
El resultado de estos datos coyunturales y
estructurales no puede ser otro que una
caída sin precedentes del empleo industrial. Hoy hay en España más de un
millón de puestos de trabajo menos en la industria de los que había hace más de
tres décadas.
En 1976, la población ocupada en
la industria era de largo más de 3,5 millones, y hoy poco más de 2,4 millones
de trabajadores están empleados en el sector industrial. Aunque si se excluye
la construcción habría que rebajar esta cifra a 2,1 millones.
La crisis
se ha llevado ya por delante casi 900.000 puestos de trabajo industriales,
lo que refleja la dureza de la larga
recesión en el sector. Ni siquiera durante los años de bonanza
económica, España llegó a alcanzar los niveles de empleo industrial anteriores.
Una buena noticia
La única noticia positiva es que este verano
-pese al deterioro de las expectativas económicas derivadas de la crisis
financiera- la cifra de negocios
en la industria ha mejorado algo. Creció un 2,4% en julio respecto al mes
anterior, lo que significa la primera tasa positiva en los últimos tres años.
¿La causa de este tsunami económico? El
Ministerio de Industria aprobó antes del cambio de Gobierno un Plan Integral de Política Industrial en el que identificaba un problema estructural: la actividad se
concentra de forma desproporcionada en las ramas de menor intensidad tecnológica.
Así, el 85% de las empresas, el 65% de la
producción y el 74% de la ocupación corresponde a actividades manufactureras de
intensidad tecnológica baja o media-baja.
O dicho en otros términos, sólo el 3,7% de las empresas, el 5,4% de la
producción y el 4,9% de la ocupación corresponde a la industria de alto contenido tecnológico. Ni que
decir tiene que, en todos los casos, muy lejos de la Unión Europea.
No es asunto menor. La especialización de
las fábricas nacionales en productos de bajo valor añadido -existen unas
136.000 empresas industriales- explica que el crecimiento de la productividad en España en el sector
se situara durante la década pasada en un 5,4%, la tercera parte que en la
eurozona, donde avanzó nada menos que un 17,25%. Como consecuencia de ello, los
costes laborales unitarios
crecieron en el periodo a un ritmo medio anual del 2,8%, muy encima de 0,6%
registrado en la zona del euro.
Concentración empresarial
Otro problema tiene que ver con
el tamaño de la empresa
industrial. La atomización es el santo y seña. Hasta el punto de que un 86%
cuenta con menos de 20 trabajadores. Algo que explica, sin lugar a dudas, la
mortandad que asola al sector. Desde 2004, nada menos que 33.000 empresas industriales han desaparecido,
y no ha sido por un proceso de concentración.
Al contrario, tiene que ver con la falta de musculatura financiera para hacer
frente a una caída de la demanda tan fuerte como se ha producido. La situación,
unida al racionamiento del crédito, ha llevado a muchas empresas a echar el
cierre. El crédito industrial -sin
incluir la construcción- ha caído en más de 18.000 millones de euros desde 2008.
El menor peso de la industria en el conjunto de
la economía no es, sin embargo, nada homogéneo en el conjunto del territorio.
Mientras que en Canarias apenas
el 7% de su valor añadido tiene que ver con la industria, en el País Vasco -con menos de la mitad de
paro- se sitúa en el 29%. Castilla-La
Mancha se coloca en un nivel medio con un peso del 18%, aunque
sobre todo por el efecto frontera con Madrid.
La crisis de la industria tiene, sin embargo,
otra lectura. Algunos estudios sugieren que su menor peso en la generación de
valor añadido en la economía tiene que ver con la nueva organización productiva y los cambios en la cadena de valor.
O dicho en otros términos; las fábricas, para ganar en eficiencia, subcontratan
determinadas actividades a empresas del sector
servicios, que es quien gana cuota en el PIB. En particular en
actividades como los servicios informáticos, asesoramiento jurídico y contable
o agencias de publicidad. Estas actividades antes se contabilizan en el sector industrial,
y ahora no, y eso sesga a la baja las estadísticas.
Fuente: http://www.elconfidencial.com
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