sábado, 29 de septiembre de 2012

No molesten; Rajoy se está divirtiendo




Mariano Rajoy no puede dimitir. Ha sacrificado mucho para llegar a donde está: varios años a la sombra de Aznar y otros tantos de derrotas humillantes frente a Zapatero.  No debe dimitir; se lo debe a los millones de españoles a los que engañó y a los compañeros de partido, presuntos corruptos, que le apoyaron por miedo a perder su silla. Como los invitados de ‘El Hormiguero’, Mariano Rajoy ha venido a divertirse. Al igual que en la televisión hay que pasar unas aburridas horas en maquillaje antes de salir a ver a ‘Trancas y Barrancas’, el presidente del Gobierno sabe que tendrá que aguantar algunas pequeñas molestias para seguir disfrutando de las alegrías que le está dando el cargo por el que tanto suspiró.

A Mariano Rajoy no le preocupó que sus amiguetes de partido hundieran Bankia, estafaran a cientos de jubilados con las preferentes y provocaran un agujero de 20.000 millones de euros. Ni que Europa tuviera que darnos un primer rescate de 100.000 millones. Lo verdaderamente necesario, y divertido, era marcharse a ver debutar a España en la Eurocopa en medio de todo este desaguisado, porque para eso es presidente del Gobierno.

A Mariano Rajoy no le quita el sueño que Cataluña esté a punto de hacer las maletas. Él lo considera una simple “algarabía” de los amantes de la patria chica que, al contrario que él, no conocen mundo. Porque el nacionalismo se cura viajando y Mariano Rajoy  le ha cogido el gusto a esto de volar –¡con el miedo que le daba!- desde que está en La Moncloa. También es cierto que es mucho más divertido cuando llevas el avión cargado hasta los topes de solomillos, jamón de a 190 euros el kilo y “extra de vino y whisky”. Por supuesto, Cardhu, porque para eso es  presidente del Gobierno.

A Mariano Rajoy  no le inquieta que Madrid sea una ciudad reprimida por la violencia. Que hayan vuelto los tiempos del franquismo. La época de “como sigas haciendo fotos tengo una furgoneta que te puedo enseñar por dentro”, la de los autobuses interceptados en la carretera para cachear a los viajeros y la de los policías-delincuentes que te dan su identificación en código morse con porrazos en el lomo. Él está muy lejos, en Nueva York, dando discursos que sólo escuchan los conserjes de la ONU. Ejerciendo de turista, haciéndose fotos con los Obama, fumando puros por la Sexta Avenida y, quién sabe, quizás echando un escupitajo desde lo alto del Empire State, porque para eso es presidente del Gobierno.

A Mariano Rajoy no le turba que los protagonistas de la portada del New York Times hayan dejado de rebuscar en los contenedores para reclamar su dignidad. Que miles de personas salgan día sí y día también a pedirle que se vuelva a la Pontevedra de la que nunca debió salir. Él no necesita la aprobación de estos alborotadores “que abren telediarios”, ni siquiera la de sus votantes porque ya sabe que ellos tampoco le apoyan. Le basta con la complicidad de “los españoles que no se manifiestan”, de esa presunta “inmensa mayoría” que, como si fuera una vergonzante enfermedad, le sufren en silencio. Porque para eso es presidente del Gobierno.

No sois nada más que la pequeña molestia que precede a la merecida diversión. Sois la charleta sobre la multipropiedad en Roquetas de Mar que le separa del juego de sartenes de regalo. Sois el anuncio previo que sale en los vídeos de Youtube. A Rajoy le asustaba más una rueda de prensa de la lideresa Aguirre que veinte manifestaciones. Y ya ni siquiera queda Esperanza.

Marcos Paradina

 


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