Entre las numerosas necrológicas aparecidas inmediatamente tras el
fallecimiento de Santiago Carrillo algunas siguen haciendo hincapié en
Paracuellos. Los lectores de este periódico quizá estén interesados en conocer
los resultados de nuestras investigaciones que nos permiten arrojar dudas
acerca de la pervivencia del canon franquista en varias de entre ellas. Las
categorizamos en tres rúbricas: contexto, chispazo para la acción y
responsabilidades y supervisión.
1. A
comienzos de noviembre de 1936 las columnas franquistas habían llegado a las
puertas de Madrid, sembrando de cadáveres su camino. Los bombardeos causaban
estragos en la población. Entre los presos en las cárceles había centenares de
militares dispuestos a unirse a los rebeldes. Su liberación parecía inminente.
2. El chispazo que condujo a Paracuellos provino de uno de los agentes de la NKVD llegado a Madrid mes y
medio antes. La liquidación masiva de enemigos había sido una práctica habitual
en la guerra civil rusa. Aplicada al caso de una ciudad al límite, la NKVD no dudó en recomendar la
misma “profilaxis”. A finales de octubre de 1936 el embajador soviético ya
sugirió recuperar a los presos dispuestos a servir a la República. Como se
había hecho con los oficiales zaristas para que se unieran a los bolcheviques.
4. La recomendación de la NKVD
la puso en marcha Pedro Fernández Checa, secretario de Organización del PCE.
Fueron militantes comunistas y anarco-sindicalistas quienes se encargaron de
los aspectos operativos. Los primeros actuaron a través de los órganos de la DGS. Los segundos, que
controlaban la periferia madrileña libre de asedio, aseguraron la realización.
Fuera o no por igual, todos colaboraron en la liquidación de la presunta quinta
columna excitados por las bravatas del general Mola acerca del potencial de sus
partidarios en la capital.
5. Las primeras “sacas” se examinaron en una de las periódicas reuniones de la Junta de Defensa de Madrid.
Ninguno de sus componentes pudo alegar desconocimiento sobre lo ocurrido. Dado
que la presidía el general Miaja, sería difícil exonerarle de responsabilidad.
También a los demás componentes. Uno de ellos, el consejero de Orden Público,
Santiago Carrillo, recibió instrucciones que no se transcribieron. Como otros
jóvenes socialistas, acababa de solicitar el ingreso en el PCE. Las “sacas” se
paralizaron por intervención del anarquista Melchor Rodríguez. Volvieron a
reanudarse después de que este quedara desautorizado por el ministro de
Justicia, el expistolero cenetista García Oliver.
6. La supervisión quedó en manos no de la DGS, relegada como brazo ejecutor, sino del
miembro más prominente del Buró Político que permaneció en Madrid: Fernández
Checa. Uno de los policías, Ramón Torrecilla Guijarro, declaró posteriormente
que solía informar a Organización sobre cómo iba la operación. Esto respondía
estrictamente al modus operandi comunista. El secretario de
Organización era, en los diferentes partidos comunistas nacionales, el enlace
con los servicios de inteligencia soviéticos. Lógico. En la concepción
comunista de la lucha contra la reacción, la NKVD era al partido lo que el partido era a las
masas: su vanguardia.
7. Fernández Checa era también el responsable de una sección consustancial a
toda organización de corte leninista: el aparato secreto o ilegal, compuesto de
“cuadros especiales” que se activaban según el contexto en que se desenvolviera
el partido. Uno de los consejeros militares en España, Mansurov (Xanti),
rememoró haber trabajado con él en la capacitación de tales cuadros. Algunos se
formaron in situ; otros, como Santiago Álvarez Santiago (participante
en las reuniones del consejo de la
DGS en noviembre de 1936 y uno de quienes engranaban con los
delegados en las prisiones para seleccionar a los presos que irían camino del
matadero), se instruyeron en la sección especial político-militar de la Escuela Leninista
de Moscú o en su seminario político. Fue el caso de Isidoro Diégez (responsable
del PC madrileño). También los de Lucio Santiago (jefe de las Milicias de
Vigilancia de la
Retaguardia, movilizadas para las “sacas”), Andrés Urrésola
(policía encargado de efectuarlas en Porlier), Agapito Escanilla (secretario
del Radio Oeste del PC) o Torrecilla (miembro del consejo de la DGS y enlace con el Buró
Político). El aparato se incrustó en la
DGS mucho antes de noviembre. Todos se habían ya curtido en
la eliminación de falangistas.
8. El nombre y doble papel de Fernández Checa no han aparecido, que sepamos,
en los centenares de páginas vertidas sobre Paracuellos por los autores
profranquistas. Pero su responsabilidad tanto en el chispazo inicial como en la
supervisión y vigilancia de la operación es innegable. La dualidad de cadenas
de mando nunca existió para quienes la ejecutaron: su lealtad no la debían a la Junta de Defensa sino
exclusivamente al partido, vanguardia consciente de la lucha antifascista. El
operativo fue netamente comunista. Los anarquistas más bien auxiliares.
9. Tanto desde el punto de vista profranquista, como después para autores en
busca de notoriedad, siempre fue más “productivo” centrar la atribución de
responsabilidades en Santiago Carrillo. Fernández Checa murió en México en
1940. La mayoría de los “cuadros especiales” fueron ejecutados en España en
1941-42. Todos quedaron amortizados como elemento arrojadizo de la publicística
antirepublicana. Sorprende un tanto la absolución otorgada a Miaja. Sin duda no
cabía extraer mucho capital propagandístico poniéndole en solfa. No ocurre lo
mismo con Carrillo, hasta el punto de desfigurar arteramente hace poco tiempo
las referencias que a él hizo Felix Schlayer, cónsul honorario de Noruega y
súbdito alemán que publicó sus memorias durante el cálido régimen del maestro
Goebbels. Curioso es también que el número de citas a Carrillo sea más
abundante en las glosas posteriores de la Causa General que en
la propia documentación del procedimiento. No tuvo un expediente propio hasta
su promoción como ministro en el gobierno Giral en el exilio en 1946. Un mero
repaso a la hemeroteca digital de Abc llevará al lector a la
conclusión de que su nombre aparece tanto más vinculado a Paracuellos cuanto
más se aproximaba la transición. Una batalla del pasado que sigue librándose en
tono presentista.
10. El énfasis que continúa poniéndose sobre Paracuellos cumple dos
funciones esenciales. En primer lugar, sirve para epitomizar el “terror rojo”.
Paracuellos aparece como norma en lugar de lo que realmente fue, una dramática
excepción que continúa presentándose como algo de lo que fue responsable el
Gobierno de la
República. En segundo lugar, sirve de inmejorable tapadera
para ocultar la represión franquista, mucho más sangrienta y duradera. Los
“mini-Paracuellos” de que están esmaltadas las regiones en que triunfó la
sublevación no cuentan. Su recuerdo hay que obliterarlo con humo e incienso.
Es molesto leer, particularmente en este periódico, cómo en las cunetas y
fuera de los cementerios, a veces en modernas urbanizaciones, las “fosas del
olvido” tienen la desagradable ocurrencia de emerger tan pronto se excava.
España es en esto un caso único, y auténticamente vergonzoso, en la Europa occidental.
Paracuellos se ha convertido en la contraseña taumatúrgica para oscurecer, de
forma pavloviana, un terror mucho más brutal.
Fernando Hernández Sánchez, José Luis Ledesma, Paul
Preston y Ángel Viñas son contribuidores en la obra En
el combate por la historia (Pasado y presente, 2012).
Fuente: elpais.com
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