El ministro de Justicia, Alberto Ruiz
Gallardón, ha justificado su decisión de renovar el Marquesado de
Queipo de Llano en honor a uno de los generales golpistas que provocaron la Guerra Civil de
1936-39, aduciendo que “no existe norma legal alguna que aluda a la no
validez de este título nobiliario”. En una respuesta escrita al portavoz
parlamentario de Izquierda Plural, José Luis Centella, el
notario mayor del Reino levanta acta por la vía de los hechos de la inutilidad
de la Ley de la Memoria Histórica
de 2007. Vale recordar que aquella norma suprimía los símbolos, honores y
fanfarria propagandística que el dictador y sus secuaces se regalaron a sí
mimos.
Todo comenzó cuando, paradójicamente, el 17 de
julio pasado, víspera del 76º aniversario del alzamiento militar de 1936,
apareció en el Boletín Oficial del Estado (BOE) una disposición renovando el
título nobiliario del general golpista a favor de su nieto Gonzalo
Queipo de Llano Mencos. La orden ministerial iba firmada por el
ministro Ruiz Gallardón, también paradójicamente, nieto del golpista radiofónico embozado
tras el seudónimo bereber Tebib Arrumi.
La respuesta parlamentaria llegó ayer, al borde
de los tres meses del plazo reglamentado. Y en ella, el ministro y nieto del Tebib
Arrumi reafirma su decisión de mantener el título
honorífico y despacha las preguntas con cuatro párrafos burocráticos.
Así dice: “Lo que ha realizado el Ministerio de Justicia ha sido proceder
al reconocimiento, en la sucesión del Título, de un derecho sucesorio en un
ciudadano contemporáneo que es descendiente del concesionario primitivo, no
existiendo imperativo legal alguno que lo impida”.
Para argumentar mejor su decisión aclara que “el
actual título de Marqués de Queipo de Llano fue ya rehabilitado a favor del
padre del actual titular en el año 1981, tras llevar el mismo 27 años en
situación de caducidad”. Y sostiene que “con el reconocimiento en la
sucesión del mencionado título no se está dando ningún tipo de honor o
reconocimiento al fundador del Título, sino que sólo se está reconociendo el
derecho de su nieto a ostentarlo, de acuerdo a la normativa vigente”.
Impresiona la frialdad de la respuesta del
ministro. Ni el recuerdo que Centella incorpora al preámbulo de sus
preguntas sobre la matanza de miles de civiles inocentes ni la famosa
orden de ejecutar a Federico García Lorca –“Dadle café,
mucho café”, ordenó Queipo a su subordinado en Granada– conmueven a Gallardón
ni le mueven a suprimir el título honorífico que mantiene el nombre del
genocida entre los Grandes de España.
Tampoco las arengas del criminal, animando a los
legionarios y mercenarios norteafricanos a violar a las mujeres –“Después
de todo, se lo merecen. ¿No han estado jugando al amor libre?”, decía el
tipo– e instando a sus seguidores al terrorismo urbano y a asesinar en las
calles a las autoridades republicanas –“Faculto a todos los ciudadanos a
que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos (esos idiotas congéneres de
Azaña) lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré”–
animan a Gallardón a corregir su decisión.
Por el contrario, el titular de
Justicia argumenta que “la legislación sobre títulos nobiliarios
limita la posibilidad de derogar una sucesión o una rehabilitación a
irregularidades procedimentales, documentales o de aparición de personas con
mejor derecho sucesorio declarado en sentencia judicial, sin que tal revocación
suponga la supresión del Título, sino sólo la anulación de un procedimiento.
Por ello y al no existir norma legal alguna que aluda a la no validez de este
título nobiliario, la legislación nobiliaria sigue desplegando su normal
vigencia”.
Quizá para explicar la perseverancia
leguleya del ministro en la defensa de ese título nobiliario, al socaire
de la democracia y de la ley de la memoria histórica, haya que apelar a la
personalidad del abuelo Víctor Ruiz Albeniz, el famoso Tebib
Arrumi que se recreaba en la narración de las persecuciones y las
matanzas infligidas a “los rojos” por las tropas mercenarias de Franco
y Queipo, y además escribía libros de aquellas “gestas”
sangrientas para los niños de la época , un tiempo del que, al
parecer, el nieto Gallardón no quiere separarse.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/laespumadeldia
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