jueves, 24 de enero de 2013

Un paese di merda.



Un país en el que el Jefe del Estado mantiene la opacidad sobre sus ingresos privados y el modo en el que administra los fondos procedentes del erario público; un país en el que el Presidente del Gobierno, en un momento crítico de la vida política, social y económica, se marcha a ver un partido de fútbol a Polonia lamentando no poder ver un partido de tenis en Francia; un país en el que se indulta al consejero delegado del banco más importante condenado por haber cometido un delito de denuncia falsa y a miembros de las fuerzas de seguridad condenados por torturas; un país en el que es más fácil adquirir la nacionalidad por practicar cualquier deporte irrelevante, valga la redundancia, que por haber ganado el Premio Nobel de Medicina; un país en el que la evaluación de las personas propuestas para formar parte del Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, la Defensoría del Pueblo o el Consejo General del Poder Judicial dura menos que uno de los diversos exámenes de la Prueba de Acceso a la Universidad; un país en el que los medios de comunicación aceptan participar en ruedas de prensa sin preguntas; un país en el que sale más barato defraudar a Hacienda que pagar tributos; un país en el que la víctima de un accidente de tráfico con gravísimas secuelas puede verse obligada a pagar más de 6000 euros en tasas por reclamar sus derechos ante los Tribunales; un país en el que el Presidente del Tribunal Supremo considera normal cargar al erario público sus gastos privados y su sustituto, presunto
progresista, opina que la imagen del Poder Judicial se deteriora –si es que todavía eso es posible- por viajar en clase turista; un país en el que los partidos políticos son prisioneros de los bancos que los tienen cogidos por los créditos; un país en el que la enseñanza diferenciada por sexos va a ser financiada con dinero público y los profesores de religión son pagados por todos los contribuyentes, incluidas las indemnizaciones por los despidos nulos decretados por el obispo de turno; un país en el que dimitir de un cargo público es un hecho noticioso; un país en el que el partido en el gobierno incumple de manera sistemática los compromisos con los que se presentó a las elecciones  y el principal partido de la oposición es incapaz de ofrecer una alternativa de gobierno; un país que carece de una Ley de Transparencia y que cuando empieza a tramitar una lo hace de manera poco transparente; un país que priva de la tarjeta sanitaria a miles de personas por carecer de una autorización administrativa; un país que considera la posibilidad de vender permisos de residencia a quien pueda comprar un inmueble por 160.000 euros; que país que no reacciona mientras cientos de miles de personas son desahuciadas de sus casas al tiempo que se destinan más de 50.000 millones de euros a las deudas bancarias sin que hasta la fecha eso haya supuesto mayor coste para los responsables del desastre financiero; un país en el que quienes ocupan cargos políticos son incapaces de dirigirse con sinceridad a los ciudadanos explicando lo que hacen, por qué lo hacen y qué pretenden conseguir con ello; un país en el que se censura la corrupción dependiendo del color político del presunto corrupto; un país en el que el líder de un partido que sufre un desastre electoral no dimite “por responsabilidad”; un país en el que con casi 6.000.000 de parados la Ministra de Empleo se encomienda a la Virgen del Rocío; un país que después de formar a los estudiantes más brillantes regala su formación a otros países que sí saben aprovecharla; un país en el que el Presidente del Gobierno anima a su Ministro de Economía diciendo que España no es Uganda; un país en el que la notoriedad es directamente proporcional a la cantidad de miserias privadas que son expuestas al conocimiento público; un país en el que gobiernos de diferente signo político han permitido, cuando no alentado, el asfaltado de nuestras costas; un país que permite la privatización de servicios esenciales de la comunidad; un país en el que el ejercicio de derechos fundamentales como los de reunión y manifestación, la libertad de expresión o el derecho de huelga es considerado una molestia, cuando no una amenaza, por los poderes públicos; un país en el que la mayoría de los ciudadanos hemos permanecido ciegos, sordos y mudos ante todo lo que ha venido sucediendo;… 

En la película I compagni, el personaje interpretado por Marcello Mastroianni pregunta: “Senta, scusi, che paese è questo?”; la respuesta, obvia, es  “Questo è un paese di merda”.


 



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