Lo que hasta
hace unos días eran voces de alarma hoy se han convertido en evidencias
visibles. Lo que era miedo hoy es una realidad. La cacería étnica ha comenzado.
Se lleva a cabo de forma oculta, por la noche, en lugares apartados. El
Ejército francés dice que “no hay ninguna evidencia” y un alto mando maliense
que “no ha escuchado nada”. Pero los habitantes de Sevaré, en el centro de
Malí, no son ciegos ni sordos. Y últimamente tampoco mudos. Empiezan a hablar
de cosas que ocurren, de tiros en la cabeza, de pozos llenos de gente, de
cadáveres en descampados.
El objetivo de
esta represalia son las personas de origen árabe, tuareg o incluso peules,
habitantes del norte o extranjeros “de piel clara”. Se les acusa de
colaboracionismo con los rebeldes tuaregs del MNLA o con los grupos islamistas
radicales, se dice que son espías o combatientes infiltrados. Y no hay juicio
ni defensa posible. El alcalde de Mopti lo decía claramente hace unos días, “se
acabó la tolerancia, todo sospechoso debe ser denunciado”. La espiral de miedo
y odios cruzados que genera la guerra y que parte de dos premisas falsas.
Premisa dos.
“Todo árabe de piel clara es un terrorista”. Tan falsa como la anterior. Los
ciudadanos del norte peules o de origen árabe están señalados pese a que muchos
de ellos, la inmensa mayoría, han sufrido con la llegada de los yihadistas todo
tipo de abusos y arbitrariedades. Reprimidos por unos, reprimidos por otros.
¿Se puede imaginar peor destino? Muchos están ahora abandonando las ciudades
del norte porque creen que lo que está por venir será aún peor que lo que ha
venido hasta ahora.
Los norteños se
afeitan la barba, guardan sus ropas tradicionales e intentan salir lo menos
posible a la calle. En Mopti y Sevaré, a partir de las nueve hay toque de queda
y la noche ampara todo tipo de abusos. Amnistía Internacional, la Federación Internacional
de Derechos Humanos y Human Rights Watch ya hablan sin tapujos de testimonios y
pruebas de que esto está ocurriendo. Y señalan directamente al Ejército de
Malí. A mi modo de ver, la mejor prueba es la foto que acompaña este artículo y
que fue tomada por una compañera periodista en mi presencia. Me hablaron mucho,
pero antes de publicar nada preferí verlo con mis propios ojos. Y allí estaba.
Un cadáver semienterrado del que sólo asomaban sus nalgas y su brazo izquierdo.
Lo conté en este artículo publicado este lunes en El País.
La actitud que
Francia está mostrando hacia esta suerte de cacería étnica es por ahora,
lamentable. “No hay evidencias”, decía un portavoz del Ejército galo. Igual si
los soldados franceses salen a las calles de Sevaré, caminan un poco, escuchan
a la gente y abren un poco los ojos, cambian de opinión. Quizás aún se esté a
tiempo de parar esto, de impedir que el afán de venganza se lleve a más
inocentes por delante. Otra cosa es que esto les interese lo más mínimo. Así es
la guerra, piensan muchos.
Esto en Mopti.
Pero, ¿y en las zonas de combates?, ¿qué está pasando? La cobertura telefónica
está cortada y el Ejército maliense ha tejido una tupida maraña de controles
que impiden el acceso a las verdaderas zonas de guerra. Sólo abren las puertas
cuando todo está “limpio”, cuando los muertos han sido retirados. Hace ya unos
cuantos días que Konna fue liberada, pero no dejan pasar a los periodistas ni a
las organizaciones humanitarias. “No hemos hecho prisioneros”, asegura un
coronel maliense. ¿A qué les suena? Médicos sin Fronteras lleva una semana
intentándolo sin éxito. Los limpiadores se toman su tiempo y no quieren
testigos.
MOPTI22/01/2013
Fuente: http://www.guinguinbali.com
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