Un grupo
de derechistas sevillanos quiso conmemorar el aniversario del frustrado golpe
de estado del general Sanjurjo en Sevilla el año 1932, con el fusilamiento de
un ramillete de personalidades políticas de la ciudad. Estos sucesos se
produjeron en la hacienda de Hernán Cebolla, Km. 4 de la carretera de Carmona.
Así, en
la de la noche del 10 al 11 de agosto de 1936, se produce la saca mas famosa,
de la que forman parte el ex alcalde y diputado a Cortes de UR, doctor José G.
y F. de Labandera; el también diputado a Cortes y secretario provincial del
PSOE Manuel Barrios, maestro nacional y empleado de los Juzgados; el teniente
de alcalde de IR Emilio Barbero, empleado de los ferrocarriles; el militante de
UR y secretario de la masonería andaluza Fermín de Zayas Madera, funcionario de
los Arbitrios Municipales; y el profeta andalucista Blas Infante.
Hoy
queremos, con estas breves reseñas, recordar su memoria
González y
Fernández de la Bandera,
José
Fuente: Ayuntamiento
de Sevilla
El doctor José
González y Fernández de Labandera era un hombre maduro, de 57 años, padre de
familia con varios hijos, el mayor de los cuales era también médico y
funcionario del Laboratorio Municipal. Una madre de carácter le había impuesto
la carrera de medicina, que han profesado varias generaciones de la familia,
aunque él hubiera preferido derecho por su temprana inclinación a la política.
El doctor
Labandera era uno de los hombres de Sevilla con más experiencia en la Administración Municipal.
Había sido concejal liberal “borbollista” entre 1916 y 1920 y en representación
del Colegio de Médicos había ocupado también sendas concejalías durante cortos
períodos de la Dictadura
del general Primo de Rivera y de la dictablanda del General Berenguer.
El 12 de abril de
1931 resultó elegido concejal en las listas de la Conjunción
Republicano-Socialista y en junio de ese año sustituyó al
frente de la alcaldía al abogado Rodrigo Fernández y García de la Villa, recién elegido
diputado por la ciudad de Sevilla en la candidatura de la misma Conjunción. El
líder indiscutible del republicanismo sevillano, Diego Martínez Barrio, supo
atraer al Partido Republicano Radical primero y a la Unión Republicana
después a un puñado de hombres como éstos, antiguos cuadros de los partidos
liberales dinásticos y pertenecientes a la burguesía media y mesocrática de
Sevilla.
Entre junio de
1931 y enero de 1934 la gestión del alcalde Labandera estuvo marcada por la
honda crisis económica en la que se debatían Sevilla y su Ayuntamiento. Al
finalizar las obras de la Exposición Iberoamericana y estallar la crisis
mundial, la ciudad perdió, entre 1929 y 1930, no menos de veinte mil
habitantes, pasando de 250.000
a 230.000 entre un Padrón Municipal y otro. Esta pérdida
demográfica no se recuperaría hasta 1935.
Sevilla, que había
conocido ya una huelga general en 1928 que partió de las obras de la Exposición, vivió dos
huelgas generales en 1930; y, una vez proclamada la República, la eclosión
huelguística fue espectacular. Algunos gremios lograron subidas salariales
increíbles en medio de la crisis económica. Claro es que partían de unos
niveles de retribución muy retrasados con respecto al conjunto de la industria
española. A tan álgida situación social, de paro, precariedad laboral y
agitación huelguística generalizada, vino a sumarse la auténtica ruina en la
que los munícipes puestos a dedo por la Dictadura de Primo de Rivera habían dejado las
arcas del Ayuntamiento de Sevilla. Entrampado éste con el Banco de Crédito
Local, la mayoría de los empréstitos concertados, a pesar de las advertencias y
la oposición de amplios sectores representativos de la ciudad, debían empezar a
pagarse justo en el año 1931.
Cogido entre dos fuegos, entre la agitación social de tintes
revolucionarios y la presión del BCL, el alcalde José González y Fernández de
Labandera y el Ayuntamiento de mayoría republicano-socialista de los tres
primeros años de la
República, optaron por demorar el pago de los empréstitos y,
con los escasos ingresos municipales, trataron de paliar el paro y la auténtica
hambre que reinaban entre buena parte del proletariado de Sevilla.
La situación
política que tenía que afrontar el Alcalde Labandera en el seno del
Ayuntamiento no era tampoco halagüeña. Ya que su partido, el Republicano
Radical, abandonó en diciembre del 31 el gobierno republicanosocialista
presidido por Manuel Azaña y se orientó progresivamente hacia la oposición. No
obstante, esto no impidió a Labandera tomar posición clara y contundente, por
medio de un Bando de la
Alcaldía, contra el pronunciamiento encabezado en Sevilla por
el general Sanjurjo el 10 de agosto de 1932. Acto seguido, los militares
golpistas detuvieron al alcalde y a un grupos de concejales y funcionarios
municipales republicanos.
Fracasado el golpe
de Sanjurjo, el doctor Labandera fue homenajeado, junto con otras
personalidades civiles y militares que se destacaron contra el pronunciamiento,
en un acto solemne celebrado en el Palacio de Cristal del Retiro madrileño.
Ante el presidente de la
República, Niceto Alcalá-Zamora, y el jefe del Gobierno,
Manuel Azaña, el General Queipo de Llano, a la sazón jefe de la Casa Militar del
primero, rompiendo el protocolo, hizo subir al estrado, entre ovaciones, al
alcalde de Sevilla. La gallarda actitud de éste frente al golpista Sanjurjo le
valió una extraordinaria popularidad y el Gobierno le otorgó el título de
“Alcalde de Honor de la
República”. En las elecciones generales celebradas entre
noviembre y diciembre de 1933, el doctor Labandera resultó elegido diputado por
la provincia de Sevilla, viéndose entonces obligado a dimitir como alcalde. En
las de febrero de 1936 revalidó el acta y, al constituirse las nuevas Cortes,
fue elegido secretario de la mesa de las mismas, que quedaron bajo la
presidencia de su jefe político, Diego Martínez Barrio.
El 16 de julio de
1936, concluida la reunión de la Comisión Permanente del Congreso, el doctor
Labandera se vino a Sevilla con la intención de pasar las vacaciones
parlamentarias con su familia en su domicilio del barrio de Heliópolis. Allí le
sorprendió la sublevación encabezada en Sevilla por el general Queipo de Llano
el 18 de julio de 1936. El doctor Labandera pasó los primeros días entre su
domicilio y el de unos amigos. Pero, para no comprometer a éstos, decidió
entregarse a las nuevas autoridades. El 30 de julio, al anochecer, acompañado
por un sacerdote amigo, se presentó ante el gobernador civil golpista, el
teniente coronel de Caballería retirado Pedro Parias González. Éste, sin
dilación, lo puso en manos del general Queipo de Llano, quien esa misma noche
lo anunció por la radio, vertiendo peligrosas insinuaciones tanto sobre el
doctor Labandera como sobre el doctor José Manuel Puelles de los Santos,
concejal republicano del Ayuntamiento de Sevilla y presidente de la Diputación Provincial:
“La Auditoría
Militar se encargará de averiguar la actuación que, tanto el
Sr. Labandera, como el Sr. Puelles, hayan tenido en los recientes sucesos por
que atravesamos en Sevilla, y la sanción que les corresponda les será aplicada
inexorablemente”
Pero ni el doctor
Labandera ni el doctor Puelles, detenido la misma tarde del 18 de julio en el
hotel “Majestic”, cuando con un grupos de gestores provinciales y funcionarios
de la Diputación
celebraban pacíficamente la onomástica del Secretario General de ésta, Federico
Vilanova, habían intervenido para nada en la resistencia que los barrios
obreros de Sevilla opusieron al golpe encabezado por Queipo de Llano. Ni ellos
ni sus seguidores, moderados burgueses y pequeñoburgueses republicanos,
participaron para nada en la lucha de las barricadas, que estuvieron defendidas
sobre todo por sindicalistas de la
CNT y la UGT,
en la que se había integrado ya la
U.L.S. de orientación comunista.
Pero la suerte
estaba echada ya para los doctores Labandera y Puelles, que fueron implacablemente
fusilados por los golpistas sin formación de causa alguna. El doctor Puelles,
la noche del 5 al 6 de agosto de 1936, junto con el también Médico José Luis
Relimpio, Delegado Provincial de Trabajo republicano, y el abogado de la misma
ideología Rafael Benavente.
El doctor Labandera
fue fusilado la noche del 10 al 11 de agosto de 1936, junto con el diputado y
presidente provincial del PSOE Manuel Barrios Jiménez, el teniente de alcalde
de Izquierda Republicana Emilio Barbero Núñez, el funcionario municipal de
Arbitrios Fermín de Zayas Madera, secretario de la masonería andaluza, y el
notario Blas Infante, líder andalucista. Además de demócratas y progresistas,
los cinco eran masones.
Microbiografía
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