sábado, 8 de septiembre de 2012

Austeridad con justicia social



Los ajustes con equidad ganan apoyo en Europa.

Sinn Fein (Nosotros Solos), el partido irlandés vinculado desde hace un siglo a la lucha por la Irlanda unificada, está subiendo como la espuma en los sondeos irlandeses. Pero esto no tiene nada que ver con el republicanismo de Gerry Adams o Martin McGuinness en el norte de la isla sino con el éxito de su programa alternativo para salir de la crisis en el sur.

Es un programa muy riguroso que acepta los objetivos de reducción del déficit presupuestario exigidos por la troika de UE, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional como parte del rescate a Irlanda.
Pero Sinn Fein plantea una filosofía radicalmente distinta para que el Estado ahorre. Estas incluyen: subidas drásticas de impuestos a las rentas más altas; la creación de una tasa del 1% sobre patrimonios superiores un millón de euros que se aplicaría una vez; un tope de salarios de funcionarios de 100.000 euros al año; eliminar las subvenciones a la enseñanza privada, y cobrar el coste total por el uso privado de servicios de la sanidad pública.

“En principio, asumimos los objetivos del déficit de la troika; pero hay formas mucho más socialmente justas para hacerlo”, dijo Eoin Ó Broin, economista de Sinn Fein, en una entrevista mantenida durante una visita al parlamento irlandés en Dublín el mes pasado. “Hay mucho despilfarro en salarios de altos funcionarios como jueces, ministros, diputados, senadores y en regalos tributarios a empresas; Google solo paga impuestos del 3%”, dice. Este tipo de austeridad equitativa tiene una ventaja: es mucho más compatible con la democracia. Desde que salió el presupuesto alternativo de Sinn Fein, a principios de año, su apoyo en los sondeos ha subido del 8% al 20%.

Es un ejemplo de la irrupción en el escenario político europeo de partidos de izquierdas en países sometidos a ajustes socialmente injustos, que ponen patas arriba las viejas fórmulas de austeridad y ajuste. En Holanda el Partido Socialista (SP) de Emile Roemer tiene elevadas posibilidades de ganar las elecciones el próximo 12 de septiembre, tras proponer un nuevo tipo de IRPF del 65% para quienes cobran más de 150.000 euros al año, así como el recorte del 50% de los salarios de ministros y altos funcionarios. Aunque los socialistas (ex maoístas) rechazan la necesidad de bajar su déficit al 3% en el 2013, pretenden cuadrar las cuentas mediante ajustes de “calidad” centrados en más impuestos a los ricos, según Roemer.

Esto ha atraído hasta a votantes en segmentos profesionales del electorado holandés. “Tengo estudios, y un buen trabajo; me pagan bien, pero creo que la riqueza debería estar mejor repartida,”, aseguró a Reuters un consultor de informática en Amersfoort (Holanda) que dijo que votaría a Roemer. Se calcula que el SP logrará entre una cuarta y una quinta parte de los votos.

Asimismo en Grecia, el partido Syriza subió del 10% a casi el 30% en apoyo electoral, gracias a propuestas como un nuevo tipo del IRPF del 75% para rentas mayores a 500.000 euros y recortes drásticos en el gasto militar. Los tres partidos citados argumentan que las subidas de impuestos y límites sobre elevados salarios público permitirían mantener la red de protección social para los más vulnerables y crearían margen también para nuevas políticas de inversión pública.

Mientras, Francia ha adoptado superimpuestos sobre las rentas altas y hasta el viceprimer ministro británico, Nick Clegg, defiende ahora un wealth tax (impuesto sobre patrimonios elevados) equivalente al 1% de inmuebles de valor superior a 2,5 millones de euros.

El margen para recaudar dinero con impuestos sobre rentas altas y patrimonios millonarios es mayor que nunca. Según el informe anual de Cap Gemini, en el 2011, tres años después del inicio de la crisis, el patrimonio de los 100.000 individuos a escala mundial que cobran más de 30 millones de dólares al año había subido un 33% y ya rebasaba el récord de los años burbuja.

Mientras tanto, en Islandia, emerge un ejemplo real de que la austeridad con justicia social puede dar mejores resultados económicos que los ajustes adoptados actualmente en Europa.

Después de atravesar su propia crisis de insolvencia (y una moratoria sobre la deuda), el nuevo gobierno islandés puso en marcha un programa de ajustes fiscales muy duros y logró recortar su déficit público desde el 14% del PIB en el 2008 al 2% actualmente. Pero, según explicó el ministro de Asuntos Económicos islandés, Steingrimur Sigfusson, la semana pasada en una tribuna del Financial Times, el ajuste se hizo mediante la adopción de “políticas de inclusión económica y social (…): las rentas altas han aportado más al ajuste y se ha protegido a los de rentas bajas”. El resultado es “una distribución más equitativa”, resume, tras años en los que las rentas en Islandia (y Europa en general) se han polarizado.

Islandia ya ha salido de su crisis. Creció el 3% en el 2011 y tiene acceso a los mercados internacionales para financiarse. Los asalariados de bajas rentas (que consumen un mayor porcentaje de su renta y, por tanto, ayudan a que crezca la economía) “siguen siendo participantes en la economía”, explica Sigfusson. “Las lecciones de Islandia pueden servir de guía para la zona euro”, añade.

Todo esto pone los pelos de punta de los economistas de mercado en Berlín, Londres o Madrid, que sostienen que las subidas de impuestos desincentivan la actividad económica y agravan los problemas de competitividad de los países europeos. En la revista económica holandesa Quote esta semana se advierte de que las subidas tributarias de los socialistas provocarían la fuga de riqueza a Suiza. En la portada, la cara de Emile Roemer aparece salpicada de sangre bajo el título “¡Stop de SP!”. Pero hay sofisticados argumentos económicos a favor de la redistribución como ayuda a salir de la crisis presupuestar (ver artículo adjunto). “La gran ventaja del aumento del gasto público financiado por subidas de impuestos es que estimulan la economía, sin que se renuncie al compromiso de la austeridad”, dice el economista de Oxford Simon Wren Lewis.

Por qué la austeridad con justicia social puede reactivar la economía.

Por si políticos de izquierdas como Alex Tsipras (Syriza), Emile Roemer (SP holandés) o Pease Doherty (Sinn Féin) no resultan convincentes en su defensa de la redistribución radical de la renta como salida de la crisis, se puede consultar la obra de los dos premios Nobel, Paul Krugman y Joe Stiglitz, o del exsecretario del Tesoro estadounidense Larry Summers, o del catedrático de Berkeley Brad de Long, o del respetado economista de la Universidad de Oxford Simon Wren Lewis. O de muchos otros economistas de corte keynesiano.

Todos estos defienden la idea del llamado balanced budget multiplier (multiplicador de presupuesto equilibrado). Esto plantea que un presupuesto (como en la propuesta de Sinn Féin) que mantiene los mismos objetivos presupuestarios pero que redistribuya la renta en favor de los de rentas mas bajas, impulsará el crecimiento, con consecuencias muy favorables para el reto de bajar el déficit. ¿Por qué?

Por dos motivos. Los ciudadanos de renta más baja gastan un porcentaje muy superior de cualquier aumento de su renta frente a los contribuyentes de rentas altas que consumen relativamente poco. Por lo tanto, el simple hecho de redistribuir la renta tiene un impacto positivo sobre la demanda y el crecimiento.

Segundo, un aumento de impuestos a las rentas altas puede facilitar una mayor inversión pública, y esto tendrá un impacto positivo en la economía ya que una subida de impuestos para rentas altas se limita a incidir en el ahorro y no el consumo mientras que la inversión pública siempre desencadena un fuerte efecto multiplicador conforme crea empleo para trabajadores que, a su vez, gastan sus salarios y generan negocio para otras empresas, etcétera.

Siempre existe un multiplicador correspondiente a un aumento del gasto público o un recorte de impuestos. Pero, a diferencia del deficit spending -en el cual se aumenta el déficit temporalmente para reactivar la economía-, el balanced budget multiplier tiene la ventaja de no elevar el déficit. Por eso, es muy atractivo para gobiernos como el irlandés, griego a o español que difícilmente pueden optar por relajar la disciplina presupuestaria debido a la desconfianza de los mercados y primas de riesgo disparadas

Pese a esto, hay muchos indicios de que, lejos de diseñar ajustes que redistribuyan la renta, se está haciendo justo lo contrario. En España, según Eurostat, la desigualdad de rentas, se ha disparado desde el inicio de la crisis, regresando a los niveles de de mediados de los noventa.

El coeficiente Gini, que mide la desigualdad, ha subido del 31,3 a 33,9 en tres años; no había rebasado el 33 desde el 2001. Mientras cae la renta media en España. Empresarios españoles suben hasta los primeros puestos del ranking de la revista Forbes de multimillonarios.

Esto ocurre a pesar de que la aplicación de impuestos sobre patrimonios altos podría recaudar mucho dinero, según explican Stefan Bach y Gert Wagner , dos economistas del instituto berlinés DIW en un nuevo estudio. Calculan que un impuesto puntual (one off) del 10% sobre patrimonios de más de 250.000 euros en Alemania -el 8% de la población- podría recaudar nada menos que el 9% del PIB. “En otros países europeos se podría recaudar dinero de la misma manera”, plantean. Es muy aconsejable, porque “las subidas de la deuda pública ocurren en un momento en el cual la riqueza se concentra en una élite”.

Andy Robinson

 


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